sábado, 22 de noviembre de 2014

La tranquilidad de la información

Contrario a lo que le pasa a muchas mujeres –y a la mayoría de mis amigas- a mí la información me hace bien. Me da tranquilidad. Yo no soy de las que prefiere no saber las cosas malas que pueden pasar, yo no me sugestiono ni me lleno de miedos, para nada. Al contrario, a mí me gusta saber. Mi teoría –al menos, así es como funciona mi cerebro- es que a estas alturas de la vida, a mis ya 37 años, de historias trágicas, embarazos espantosos y partos que terminaron mal, he escuchado miles. No es que para mí es una sorpresa que las cosas siempre pueden salir mal. Se cuáles son los riesgos y, aunque definitivamente pueden pasar más cosas malas de las que tengo idea, yo prefiero simplemente pensar que a mí no me van a pasar. Y si me pasan, pues ahí me preocuparé, para qué atormentarme antes. Y el que sepa que suceden no hace más o menos probable que me sucedan a mí.

Hace como un mes vi un video que alguien compartió en Facebook de la historia de un embarazo tristísimo, no voy a entrar en detalles para no deprimir a nadie (y para que no me digan que qué hago viendo esos videos mientras estoy embarazada) y si, lloré con la historia (yo siempre lloro con las cosas tristes, embarazada o no) pero no es que desde ahí me la he pasado preocupada porque me vaya a pasar lo mismo, para nada.

Igual, hace no mucho me tocó apoyar a una amiga cuyo embarazo no prosperó. Otra de mis amigas me dijo “no deberían contarte a ti esas historias, estás encinta” pero yo le dije que a mí no me molestaba. Y de verdad no me molestó, al contrario, me gustó estar ahí para ella y escucharla, entendía perfectamente que en esos momentos uno busca la comprensión de alguien que se puede relacionar mejor con lo que estás pasando porque está viviendo una experiencia similar. A mí me pasa, me fue mucho más fácil contarle del famoso virus a mis amigas que han estado recientemente embarazadas (y más a aquellas pocas que, como yo, leen y les gusta estar enteradas de todo) que a las que no, porque es más fácil que entiendan tu trauma si han estado o están pasando por lo mismo que tú, si en algún momento se han preocupado por las mismas cosas que tú.

Como ya he contado en este blog, con este embarazo no he tenido mucho tiempo de leer, ahí sigue empolvándose mi libro “What to expect when you are expecting…”. Y aunque no hace mucho estuve embarazada de Giulia, para algunas cosas parece que hubieran pasado siglos y no sólo dos años. Me he olvidado de mil cosas que antes me sabía al dedillo.  Todo esto viene al hecho que hace dos días, justo luego de llegar del parque con Giulia, sentí unos hincones fuertes en el lado derecho de la panza. No fueron mortales pero lo suficientemente potentes como para obligarme a sentarme más de una vez (porque la terca se sentaba y al segundo se paraba y seguía tendiendo la ropa en el tendedero). Suponía que no era nada, pero por una milésima de segundo me preocupé (quizás más porque Alberto no estaba en Budapest). Un par de horas después, cuando Giulia estaba durmiendo la siesta, me eché a descansar y busqué en internet qué eran esos dolores y resulta que son muy normales en este periodo y son causados por el estiramiento de los ligamentos ahora que el útero está creciendo. Yo sabía que no era nada y estoy segura –ahora que lo pienso- que sentí los mismos dolores en mi embarazo anterior, la diferencia es que esa vez me había leído mi libro al detalle y sabía qué esperar y qué cosa era cada sensación que sentía y, por lo tanto, no me preocupaba. Esto fue lo que me hizo pensar sobre la tranquilidad que me da saber.


Ahora, debo admitir también que ser tan racional, pragmática (eso me dijo una amiga que era cuando le conté lo del video que vi) y relajada es que a veces me cuestiono justamente por ser todas esas cosas. Así como me cuestioné hace poco mi terquedad por no hacerme la amniocentesis, a veces me ha pasado que me pregunto “¿y si esta vez sí es algo malo y tú y tu optimismo lo pasan por alto?”. De hecho, una vez durante mi primer embarazo me pasó algo así. Sentí que chorreaba algo y, como hay varias explicaciones para una sensación así, no le hice mayor caso al asunto. Luego de un par de horas cuestioné mi tranquilidad y fui a ver mi doctor, me revisó, me dijo que no era nada, que no se me había roto nada adentro y que vaya tranquila. En esa ocasión cuestioné mi instinto inicial que era acertado pero, como me dijo una amiga en ese momento, a veces es preferible que digan “aquí corrió que aquí murió” así que al final, hay que hacer los que nos tenga más tranquilas.

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