Ayer nos
dieron los resultados del Prenatest, me llamaron del centro médico y me dijeron
que todo había salido con valores normales, que nuestro bebe está bien y sin
ningún problema cromosómico. Segundos después me preguntaron si quería saber ya
el sexo. Les dije que sí, obviamente, teníamos 10 días esperando. “Es una niña”,
me dijo la señora del laboratorio. Minutos después me llegaba por correo la
versión electrónica de los resultados.
Debo
reconocer otra vez que si tuve un momento de decepción. Tanto Alberto como yo
queríamos un niño. La verdad no se bien por qué. Justo hoy lo estaba pensando, ¿por
qué esas ganas de tener un niño si tener una niña es tan lindo? Quizás porque
yo vengo de una familia en la que éramos niño y niña, quizás por esa idea tan
común de tener la famosa “parejita”. Creo que es por querer tener las dos
experiencias, por saber la diferencia –si es que las hay- de criar un niño o
una niña. La verdad no estoy segura. Pero de alguna manera me molesta ese momento
de decepción, me molesta no haber saltado hasta el techo de la alegría gritando
“¡Otra niña! ¡Yeeeeeeee!”. Y me molesta aún más porque esta fue probablemente
la última oportunidad para saltar (y porque ya desperdicié también la primera
que tuve hace dos años y medio).
Cuando
estaba embarazada de Giulia quería que fuera un niño también. En ese caso sé
que era porque yo de chica decía que me hubiera gustado tener un hermano mayor
para que me cuide. Creo que no era que quería un hermano más, sino que mi
hermano fuera mayor que yo. La verdad no me acuerdo con tanto detalle qué
pensaba en ese momento pero sé que de ahí es que venía la idea de tener un niño
primero y una niña después. ¡Ah! Y también era porque, por alguna razón, sentía
que criar a un niño es más fácil que criar a una niña. Ya no estoy tan segura
de esto último tampoco.
Luego que
supe que Giulia era Giulia, y superar mis horas de shock (en una ecografía anterior
me habían dicho que lo más probable era que fuera niño –ver http://recuentodeunaespera.blogspot.hu/2012/07/poniendome-al-dia-parte-1_24.html),
y más aún luego de tener a Giulia, me di cuenta que en verdad no importa qué
sea, que uno quiere tanto a sus hijos que no importa qué son o cómo son, lo que
importa es que son tuyos y basta. Genuinamente decía que ya no me importaba más
qué sería el segundo hijo que tuviera, y lo decía de corazón, totalmente
convencida. Realmente lo sentía así. Me lo preguntaron más de una vez y siempre
respondí, con total honestidad, que ahora que sabía lo que se sentía por un
hijo, me daba exactamente igual si era niño o niña… Y luego salí embarazada y,
otra vez, en el fondo anhelaba que fuera un niño. ¿Por qué? No lo sé, pero
seguiré meditando al respecto.
Esta vez,
como de costumbre, mi instinto estuvo mudo, yo no tenía ni media corazonada ni
idea de qué sería. Por un lado, a veces sentía que si podía ser un niño, cuando
pensaba en su nombre elegido y lo decía en voz alta, me sonaba bastante real
que pudiera tener un Adriano en mi panza. Por otro lado, por el timing de la concepción y lo que dicen sobre
cómo es más probable tener una niña o un niño, sabía que lo más posible era que
fuera una niña (aunque hay más de un factor que afecta el sexo del bebe así que
tampoco era una certeza esta). Encima, en la última ecografía se vio claramente
algo entre las piernas pero el mismo doctor dijo que no se atrevía a decir nada
porque podía ser el cordón (pero claro, ya el bicihito nos los había puesto con
la posibilidad de que fuera hombre, aunque yo no me lo creía). Igual, era claro
que algo dentro de mí me decía que no era un niño porque todos los días me la
pasaba buscando nombres de niña, como que sabía que nuestra búsqueda no había
acabado y que, muy probablemente–salvo que algo nos anime a tener un tercero- ,
el nombre Adriano no sería usado en la familia Monguzzi Ferradas.
Ya pasaron
justo 24 horas desde que supe que es niña y cada minuto que pasa me siento más
contenta. Me puedo imaginar a Giulia cuidando a su hermanita (por ahora sin
nombre) y a las dos de la mano en el parque o jugando a las comiditas (es lo
que últimamente le gusta a Giulia, hacer pizzas y salchichas con su
plastelina). Todas mis amigas que tienen hermanas están súper felices y me
dicen que va a ser perfecto, que probablemente sean muy buenas amigas, que
ellas disfrutaron mucho tener una hermana. Y algunas de las que no tienen me
dicen que siempre quisieron una. Yo no tengo hermanas y no recuerdo haber
querido tenerla (quizás porque tuve a mi mejor amiga literalmente desde que
nací y crecí con ella) así que no sé exactamente cómo es tener o querer tener
una hermana y quizás sea por eso que no se apreciar el hecho de darle una
hermana a Giulia.
Sea como
sea, estoy segura, convencida, no me queda la menor duda, que en unos días más
(y más aún, cuando conozca a mi hija) voy a tener la misma certeza y me voy a
sentir igual que cuando tuve a Giulia y decía y sentía y sabía que nada
importaba, que no podría querer a otro más de lo que la querré a ella. Y cada minuto que pasa estoy más feliz por Giulia, porque ella si va
a tener la experiencia de tener una hermana que será su compañera de juego
primero y de vida después; con quien compartirá todo y que será su cómplice y,
ojalá, confidente y mejor amiga también.