Y sigue la
historia. ¡Y tiene final feliz!
Debieron
haber sido cuatro capítulos del susto pero resumiré los últimos dos en uno. Tal
y como pasó con el primer día del susto, cuando me dijeron que era rubeola y
resultó siendo citomegalovirus, creo que mi reacción ante la amniocentesis pudo
ser más racional…pero una vez más, estoy embarazada y tengo derecho a asustarme
y a no ser racional al menos por unas horas. Al día siguiente de mi cita con el
médico, luego de leer todo lo que necesité leer y de prometerme a mí misma no
leer ni una palabra más, estaba mucho más tranquila. Había casi decidido que no
me iba a hacer ninguna amniocentesis y que, en caso cambiara de opinión me la
haría en Lima, donde tendría la ayuda de mi mamá para el periodo de
recuperación.
En los
días que siguieron me la pasé tranquila, esperando los resultados del nuevo
examen de sangre para saber exactamente cuál era la situación y, para luego de
tenerlos, buscar una segunda opinión. También me la pasé cambiando de opinión
sobre si me iba a someter al procedimiento o no, cambiaba de opinión con
frecuencia pero siempre me inclinaba más al “no”. Una semana después de la
cita, llegaron los resultados y, como para hacer la cosa menos clara, salieron “no
específicos” (¿?), léase, por alguna razón no podían determinar bien el
positivo o el negativo. Justo lo que nos faltaba.
Con estos
resultados en mano, el papá de una amiga argentina, que es ginecólogo, le dijo
que aunque era una reinfección y el riesgo bajo, él no descartaría hacer la
amniocentesis. Yo insistía en que muy probablemente no me la haría. Luego de
algunas semanas tuve mi nueva cita con mi médico quien, una vez más insistió
con el tema. Yo le dije que no estaba convencida de hacerla porque el riesgo de
contagio no me parecía que valiera un intervención así de invasiva (y con el
mismo porcentaje de riesgo de pérdida que le riesgo de contagio del bebe). Me
dijo que lo pensara y que volviera en 10 días para la ecografía genética (en la
que se descarta el síndrome de Down y otros problemas cromosómicos), me dijo
que pensara además en la posibilidad de hacerme el Prenatest (un examen
genético que con sólo sacarte sangre determinan problemas cromosómicos con más
precisión que con el test cuádruple).
Luego de
esta cita consulté con especialista fetal en Lima que me dijo que, por su
experiencia y por el momento de la reinfección, veía muy poco probable que el
bebe se hubiera contagiado del virus pero que él también haría la amniocentesis
para estar cien por ciento seguro. A este punto me empecé a cuestionar si debía
seguir siendo tan terca e ir en contra de todos los médicos con mi negativa a someterme
al procedimiento. No estaba preocupada por el bebe, yo sé (no me pregunten por
qué) que está bien y que no tiene ningún virus pero me dejaba una sensación
rara ser tan rebelde e ir en contra de la corriente (no es muy usual en mi). Ya
casi estaba por ceder a hacerme el examen en Lima, cuando tuve mi siguiente
cita con mi médico.
La cita
fue el miércoles 12 último. En un gesto muy humilde que tengo aún que
agradecerle por escrito (porque creo que en ese momento no se lo agradecí lo
suficiente), mi doctor me dijo literalmente que “había hablado con médicos que
saben más que él, que se había ido a uno de los hospitales públicos y había conversado
con un especialista especifico en citomegalovirus y toxoplasmosis, llevándole
todos mis resultados. El especialista le había dicho que en mi caso no era
necesario hacer ningún procedimiento adicional y que me deje en paz”. Se
acabaron mis problemas y mis dudas, ya tenía una opinión realmente experta que
me decía justo lo que yo había leído y lo que yo sentía era lo mejor. Ya no
tenía que ir contra la corriente y ser la contreras. En lo que si insistió el
doctor fue en que me haga el Prenatest –test que en verdad no considero tan
necesario, sobre todo porque la ecografía salió súper bien. pero ya que había ganado
una batalla (y que el seguro paga este examen moderno), decidí no luchar esta (además,
¡la idea de saber el sexo del bebe con 100% de probabilidad me gusta!). Así que
el famoso susto tuvo un final feliz, ya no me tengo que romper el cerebro sobre
si hacerme o no la amniocentesis (lo que más nervios me daba del procedimiento
era asustar al bebe, una amiga me había contado tiempo atrás que cuando se la
hicieron a ella, en el momento que el bebe vio entrar la aguja, se tapó la
carita para protegerse), sobre si vale la pena entercarme con el tema, o sobre
nada. Yo se en mi corazón que el bebe está sano y, en todo caso, lo haré
revisar apenas nazca para que se haga lo que se tenga que hacer si es que se
contagió (no hay nada que se puede hacer mientras está en la panza).
Por ahora
estamos a la espera de los resultados del Prenatest que deberían llegar (porque
llegan de Alemania, a donde se manda la muestra de sangre) en unos 8 días
hábiles y así confirmar que todo está perfecto y saber si es Adriano o NN (no
tenemos ni idea de cómo se llamaría en caso de ser mujer).
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