Estoy más
o menos en el mismo punto en el que estaba hace dos años y medio cuando escribí
un post diciendo que no estaba lista para tener a
Giulia conmigo. Hoy, una hija y todo este tiempo después, pienso exactamente lo
mismo respecto a mi embarazo de Chiara. Así es, yo y mi eterno enamoramiento
del embarazo. Otra vez no estoy lista ni física ni logística y sobre todo, no
estoy lista emocionalmente. Emocionalmente es claramente lo que menos lista
estoy.
Es cierto,
ahora es diferente, hay muchas cosas que se sienten distinto. Algunas dan menos
miedo (“been there, done that”) pero
otras dan mucho más…quizás no miedo pero si pena, o nostalgia.
De la
parte física, más o menos aplica lo mismo que dije aquella vez: aún faltan 3
meses aproximadamente, Chiara está aún en proceso de crecer y prepararse para
su triunfal llegada a este mundo y, principalmente, esta vez no he hecho nada
por prepararme físicamente. Esta vez no he ido ni a media clase de yoga
prenatal, no he leído ni media página de ningún libro y no he ido a ninguna
clase de preparación de nada. Claro, uno podría decir que justamente porque ya
pasé por un parto y una prolongada lactancia, ya no necesito nada de eso… Pero
no, siento que alguito de preparación me caería bien. La verdad es que uno se
olvida de muchas cosas y mi parto de Giulia se siente como si hubiese sido hace
10 años y no sólo hace dos. Pero que no cunda el pánico, tengo planeado, si no
leer o tomar clases prenatales, si ir a clases de yoga al menos unas veces para
recordar cómo respirar y tener a la mano algunos números de emergencia de
consultoras de lactancia en caso no me vaya tan bien sola.
26 Semanas. Foto por Olga Stepanova
Respecto a
la parte logística, estamos medio en nada. Bueno, no tanto así porque casi
tenemos todo. Chiara heredará casi todo de Giulia y ahora que soy una madre
“experta” ya se que no necesito tantas cosas tampoco. Eso sí, lo poco que falta
sigue faltando. La pobre Chiara no tendrá cuarto propio por ahora si no un
pedacito del nuestro pero si le quiero comprar al menos alguna cosita
decorativa que más adelante pueda ir en su futura habitación. Le compraremos un
“pack and play” que le servirá de
cuna momentánea porque creo que estará con nosotros un poco más del tiempo que
Giulia estuvo (básicamente por temas logísticos laborales, plazos que debemos
esperar se cumplan para saber cuál será nuestro futuro). Ya sé cuál quiero,
pero hay que ir a comprarlo. El tema de parto, cordón umbilical, doula están a medias. Ya vi lo del parto
y la clínica (médico y enfermera obstétrica elegidos) y falta ver lo del cordón
y conseguir una doula nueva (la mía
del parto anterior no vive más en Hungría). En estos días debo cerrar al menos
el tema del cordón pero ya vi que el tema doula
me tendrá preocupada por un rato porque es el más “complicado”: es el más
personal, implica encontrar a alguien con quien haya cierta química e
intimidad….al final va a estar presente en uno de los momentos más personales
de mi vida.
Si he
tenido momentos, atisbos de instinto de anidación que se han asomado. Momentos
en los que he querido ya ponerme a sacar la ropa de Giulia para ver qué le va a
servir a Chiara y qué no (más que nada porque nacen en estaciones opuestas),
ponerme a lavar lo que ya tengo claro que usará y las cosas que ha heredado de
su prima y organizar cómo voy compartir los (pocos) cajones de Giulia… Pero la
verdad es que Giulia ocupa la mayor parte de mi tiempo y aquel que tengo libre
por sus siestas lo he estado utilizando o para descansar o para hacer cosas
mías… Por otro lado, como está empezando su inserción en el nido, he pensado en
mejor esperar a tener ese tiempo libre para dedicarme a las cosas logísticas pendientes…incluyendo
la preparación de la ropa.
Tampoco
quiero que dar a luz todavía porque los meses que vienen van a ser especiales
por muchas razones. Por un lado, ahora que –como ya dije- Giulia está empezando
a ir al nido, tendré unas horas para mí que no he tenido en los últimos dos
años y dos meses. Tendré tres horas y media en la mañana para hacer lo que
quiera, para despatarrarme, para avanzar mi proyecto de coaching, para ir de
compras sola, para terminar los temas logísticos que mencioné antes, para estar
conmigo. Estas horas serán un lujo que no tendré por al menos otro par años,
así que, aunque con sentimientos encontrados porque marcan el final de una
etapa muy linda en la que Giulia y yo hemos sido inseparables, pienso sacarles
provecho, disfrutarlas al máximo (sea lo que sea que “disfrutarlas” signifique
para mi cada día) y no tengo nada de ganas de renunciar a ellas por la llegada
de Chiara.
Aunque ya
medio lo dije en el párrafo anterior, otra razón para no querer dar a luz es
que tengo proyectos míos que quiero seguir avanzando y terminando mientras
pueda y antes que la vida me cambie otra vez. El tiempo para mí que tendré (y
el poco que ya ahora tengo cuando Giulia duerme) lo quiero usar en terminar
finalmente con mi página web profesional, en atraer algunos nuevos clientes, en
coachear las horas que me faltan para
poder aplicar a la certificación internacional que me interesa, en escribir
para mi nuevo blog, en leer y hacer las cosas intelectualmente estimulantes que
me gustan y que se verán indudablemente suspendidas apenas llegue Chiara.
Seguro algo haré luego de que nazca, yo no me puedo quedar quieta (y mi cerebro
menos) por tanto tiempo, pero siendo honesta no creo que eso que vaya a hacer
lo haga antes de los 6 primeros meses en los que estaré gozando de mi auto
instituida “licencia de maternidad” y en los que probablemente estaré
organizándome, armando mi rutina de madre de dos, muriéndome de sueño y
quedándome dormida apenas se duerman y tratando de cuadrar las siestas de las
dos para poder recuperar algo de tiempo libre durante el día.
Pero
además de todas las cosas que ya mencioné –que creo no son pocas- está la parte
emocional que indudablemente es la más complicada, esa es la que me tiene
sintiendo mil cosas distintas, todas a la vez y que sé que será complicada aún
después del parto.
Hace poco
me preguntaron cómo me sentía respecto a Chiara, si ya la quería. Me lo
preguntaron hace poco más de un mes y me lo preguntaron también hace sólo unos
días. En ambos casos respondí básicamente lo mismo. No sé si ya la quiero, pero
si sé que siento más por ella de lo que sentía por Giulia a esta misma altura
del embarazo. Con Giulia, como dije siempre en el blog, nunca sentí que me
moría por ella desde la panza, o que me enamoré tan pronto vi el test de
embarazo positivo, ni siquiera me moría por conocerla. Con Chiara tampoco, pero
si siento una cercanía distinta, es como que ahora que se lo que voy a sentir
por ella en el futuro, me siento más capaz de reconocer su presencia, de
admitir que está ahí, de que es una personita y hasta soy capaz de dirigirme a
ella de manera natural, hablarle, cosa que con Giulia no podía, nunca hice (y si
lo hice, fue más forzada por el hecho que me sentía mala no hablándole). Algo
que refleja este cambio es que, por ejemplo, cuando hace unos días empecé a
escribir el post anterior de este blog, lo escribí dirigiéndome a ella, le
estaba hablando a Chiara, contándole a ella todo lo que había pasado en los
últimos meses. Eso nunca me pasó con Giulia (al final cambié el post para
mantener la uniformidad del blog). Me queda claro (y que le quede claro a las
dos, cuando sean más grandes y lean este blog) que no es que quiera o vaya a
querer más a una que a la otra, es sólo que en el primer embarazo yo no sabía
qué se siente por un hijo, ahora sí. De hecho, mi miedo más grande con Giulia
fue no enamorarme de ella apenas la viera (y de hecho creo que no me enamoré a
primera vista), ahora no tengo ese miedo, ahora sé que muy probablemente no me
moriré por ella de inmediato pero se por cierto que me moriré por ella igual,
que tiempo para enamorarnos la una de la otra tenemos de sobra… y que mi
corazón se hará más grande para quererlas a las dos con la misma fuerza.
Por otro
lado, estoy en un momento de nostalgia. Nostalgia y pena por las etapas que se
cierran con Giulia, por todos los “últimos” que van a ir dándose en los
próximos meses y años.
No estoy
lista para dejar de ser sólo “Giulia y yo” en el día a día. Así como antes no
estaba lista para dejar de ser solo yo (bueno, y Alberto, pero en el día a día
era solo yo y ahora somos Giulia y yo). No estoy lista, y me está costando
horrores, asumir que en pocos días, cuando Giulia esté completamente en el
nido, dejaré de ser testigo de TODAS las cosas que hace, de cada uno de sus
logros, de cada una de sus gracias, de cada una de sus risas. Me muero por
recuperar un poco ese espacio para mí pero, al mismo tiempo, se me estruja el corazón
cada vez que pienso que ya no vamos a estar juntas todo el día (nótese que
racionalmente lo tengo todo clarísimo, pero el corazón no entiende de razones
cuando hay tanto amor de por medio). Tampoco estoy lista para dejar de ser “Giulia
y yo” luego del nido, no estoy lista para encima tener que dividirme y no poder
abrazar a Giulia mientras se queda dormida para su siesta (no lo hacemos siempre
pero a veces sí), para tener que decirle, con más frecuencia de lo que se lo
digo ahora, que me tiene que esperar antes de poder hacerle caso con algo.
Tampoco para cambiar nuestra rutina de noche en la que se echa a tomar su leche
entre mis piernas o entre Alberto y yo.
En la
misma línea, no estoy (mejor dicho, “estamos” porque acá también se incluye Alberto,
y ya escribiré sobre cómo ha sido distinto este embarazo como pareja) para
dejar de ser tres, justo ahora que Giulia está más graciosa y divertida que
nunca, justo cuando se comunica tan bien y nos cuenta cosas. Nos queda claro
que esta nostalgia, ni ninguna de las otras, se quitaban con posponer el
segundo bebe, sea cual sea el momento en el que hubiéramos decidido tener un
segund@ hij@ nos hubiera pasado lo mismo, siempre hubiéramos tenido pena de
cambiar las cosas, así como nos dio pena dejar de ser dos y, en algun momento nos
dio pena dejar de ser solteros. Al final, creo que esta nostalgia en particular
es “un buen síntoma”, significa que estamos disfrutando cada una de las etapas
de nuestras vidas.
Quizás por
todas estas cosas que uno deja y la pena que se siente (o la felicidad que da
el status quo) hay parejas que deciden
no tener más de un hijo. Para mi esa no era una opción (para Alberto pudo
haberla sido, siendo hijo único, para él era algo más normal), yo si sentía que
quería darle un herman@ a Giulia…porque yo se qué es tener hermanos y quería
que ella tuviera lo mismo.
Además, tampoco estoy lista para que se acabe
el embarazo. Este que, muy probablemente, sea el último. Aunque tampoco estoy
preparada para desde ya decir que “se cerró la fábrica” y negarme tajantemente la
posibilidad de tener un hij@ más, racionalmente sé que es el escenario más
probable y justamente porque sé que lo es, me da tristeza pensar que puede que
nunca más cargue un bebe en mi panza. Si pues, me gusta estar embarazada. Con
todo y el mayor cansancio que he tenido esta vez, sigo sintiendo que es un
estado muy especial, que crear vida es un privilegio y me cuesta decirle adiós
a la posibilidad.
26 Semanas. Foto por Olga Stepanova
Así es que,
como ven, definitivamente no estoy lista para ser mamá por segunda vez.
Felizmente, para cada embarazo, la naturaleza te regala nueve meses para que
lidies con tus emociones y llegues al gran día lo más cerca a “lista” que se
puede estar. A mi quedan aún tres meses.
Chiara
llegará cuando tenga que llegar, esperemos que más tarde que temprano, y desde
el día que llegue ocupará mi vida, mis días, mi mente y mi corazón, pero
mientras eso pasa seguiré disfrutando la poca soledad que tendré, mis momentos
de a dos con Giulia y mis ratos con mi familia de a tres.