lunes, 25 de mayo de 2015

Esperando – 40 semanas y contando

Una vez más, heme aquí esperando. Ayer cumplí las famosas 40 semanas y, aquí estoy, con insomnio, escribiendo este post.

Yo que estaba tan feliz porque había logrado dormir bien los últimos días, otra vez las hormonas me traicionaron y vengo dando vueltas en la cama (y ahora en el sofá) hace horas. Me he puesto y quitado las medias dieciocho veces, puesto y sacado la casaca otras dieciocho, subido y bajado las escaleras al menos siete, cambiado de sofá y de colcha y/o sábana otras tantas y tomado ya dos vasos de leche (que seguramente no serán lo último que tome).


Así terminé durmiendo ayer.

En momentos como estos es que si pienso en que mejor ya doy a luz (aunque insisto, quién dice que voy a dormir mejor después del parto). En realidad, todavía no es que tenga un real apuro en parir. Aún me siento bastante bien, no estoy taaaan pesada aunque si es cierto que la presión de la panza se siente cada vez más. No es que “no quiera” dar a luz, es que tampoco “quiero”, simplemente quiero que pase cuando tenga que pasar, en el momento que sea pero que, de ser posible, sea de manera natural. El problema es que, tomando en cuenta que se me acaban los días que me quedan antes que me induzcan, pues sí, entonces si, por ese apuro, ya quiero que Chiara haga su aparición y estoy dispuesta a hacer de todo esta semana para apurar las cosas.

La verdad es que la inducción en sí misma no es tan grave, no es mi escenario ideal, pero es un procedimiento que ya conozco y con el que me fue muy bien. Lo que quiero evitar es terminar con una cesárea por una inducción que no funcione. Ahora, si funcionó la vez pasada que todo estaba en contra mío, no tendría porque no funcionar esta vez…eso es lo que me digo todos los días.

Ya desde hace dos semanas estoy yendo a que me monitoreen dejando un día… y desde hoy tengo que ir diariamente. Creo que eso es lo peor de llegar al final final del embarazo (al menos aquí que empiezan con los monitoreos frecuentes tan pronto; me decían que en Perú y en Austria sólo lo hacen cuando ya te pasas la fecha probable de parto), al menos para mí. Hasta lo del sueño es manejable (bueno, es manejable porque, felizmente, si he tenido días de dormir bien, seguro que si dormía mal TODOS los días ya estaría desesperada por dar a luz) porque puedo recuperar alguito durante el día (aunque hoy ha sido un día particularmente pesado con ninguna recuperación de sueño). Con esto del mal sueño me la paso en conflicto pensando “ya ven Chiara” o “mejor hoy no que estoy tan mal dormida que no aguantaría un parto”. L

No estoy segura exactamente sobre qué es lo que me desmoraliza tanto de ir a que me hagan el Test Anti Estrés, no sé si es la pérdida de tiempo (entre una cosa y otra al final son dos horas de que se me van, tiempo que era para mi y que se me va a acabar del todo pronto), no sé si es el miedo -cada vez más real- de que en una de mis idas me digan que me quedo a dar a luz y así perder mi chance de tener un parto no inducido o si es el tener que estar ahí sentada tomando café y comiendo chocolates para hacer que Chiara se mueva (no es muy “mañanera” y casi siempre está dormida cuando voy así que encima no se mueve y eso hace que el monitoreo tome más tiempo y que yo termine casi con coma diabético). No sé, el asunto es que de verdad me desanima estar yendo a la clínica tan seguido. Por otro lado, cada vez que me estoy por quejar por tener que ir, me acuerdo del caso de una ex compañera de trabajo que perdió a su bebé de un día a otro, al día siguiente de su probable fecha de parto, y ya me olvido un poco.

Lo bueno de todo es que mis papás ya están aquí y que, al menos, hago mi peregrinación al monitoreo en compañía (aunque me da pena que los pobres se peguen ese viajecito tan aburrido) y que me están ayudando muchísimo jugando con Giulia (que, obviamente, ni me mira casi) que está que no puede más con los abuelos en la casa.
Pero bueno, seguiremos esperando y confiando en que Chiara aparecerá pronto. Su hermanita la espera con ansias (le dice “¡Chiara sal!” y se dibuja abrazándola) y dice que ya va a venir a la casa de Giulia…ojalá no se equivoque y venga más temprano que tarde.
¡Los mantendré informados!





PD: En defensa de Alberto, debo decir que él se ofrece todos los días a dormir en el sofá o en el colchón pero soy yo la que le dice que no se preocupe porque nada asegura que yo si me duerma si me quedo en nuestra cama… ¿asi que para qué nos vamos a incomodar todos por gusto?

martes, 12 de mayo de 2015

Manejando expectativas

Fue tan buena mi experiencia en el parto anterior (la pueden leer aquí) que en ningún momento en este embarazo he tenido miedo del parto. Siempre he dicho que quiero que sea como el primero con las pequeñas “mejoras” que me fallaron con Giulia. Me gustaría que fuera natural de verdad (o sea no inducido) y, de preferencia, no medicado (léase, sin epidural). Me muero de la curiosidad de sentir que empieza el trabajo, que “ya es hora” y saber cómo se siente una contracción “natural”. Se supone que las contracciones inducidas son más fuertes que las naturales y por eso quiero saber cómo es una natural (porque la verdad las inducidas no me parecieron taaaaaan graves…al parecer mi umbral del dolor es alto, me lo han dicho siempre).

Claro, no le tengo miedo al parto pero tampoco es que no me genere ciertos nervios. A nadie le gusta sentir dolor y obviamente a mí tampoco pero creo que quiero ver a mi cuerpo hacer lo que debe y sabe hacer. Dar a luz es algo tan natural que me gustaría ver a mi cuerpo en acción, quiero dejarlo hacer su trabajo sin interrupciones y sin interferencias. Yo sé, a mucha gente le parece una locura esto y no entienden por qué querría hacerme esto y no facilitarme la vida con una epidural pero no, para mí es como un proceso que me gustaría vivir, quiero saber qué se siente y si pasar por eso afecta de alguna manera la forma como uno se siente respecto a su hijo una vez que nace, respecto a una misma. En fin…

Con la finalidad de repetir la experiencia esta vez me preocupé desde el principio de congregar a los mismos actores de la vez anterior: misma clínica, mismo doctor, misma enfermera obstétrica. El primer obstáculo fue que la doula que me acompañó hace 2 años y medio ya no vive en Budapest sino en Estados Unidos. Ya ahí no más empezamos con las dificultades.

El punto con todo esto es que un parto (como casi todo en la vida) es impredecible y nunca se sabe cómo va a pasar todo. Y eso está bien, me pasó la primera vez y no colapsé, tenía contemplado que podía ser así y digamos que las cosas que para mí eran más importantes (como dar de lactar inmediatamente y tener a Giulia conmigo lo más posible después del parto) se dieron. Por sugerencia de mi doula (y por un poco de sentido común) hice una lista de las cosas que quería en orden de prioridad para saber cuáles eran aquellas por las que pelearía hasta el final y cuáles las que podía dejar pasar. Y a pesar de la inducción y la epidural, sentí que fue el parto que quería.

A pesar de eso, creo que la emoción de este segundo embarazo y la idea de que el segundo es “más fácil” o que “ya sé cómo es” me hicieron perder de vista que aun juntando a los mismos actores, el guion podría cambiar radicalmente. Que las cosas que pueden salir “mal” todavía son muchas, muchas más de las que me fallaron la vez pasada (o mejor dicho, las mismas salieron más la vez pasada más aquellas que pudieron salir mal y no pasaron). Y aunque las cosas “no negociables” creo que las puedo tener en todos los casos, digamos que la experiencia podría ser no “tan buena” como la anterior.

Felizmente, alguien me hizo notar esto hace ya varios meses, casi al principio y ya en mi cabeza me he hecho a la idea de que quizás la experiencia no se repita o, más claramente, no sea tan buena porque está claro que igual no va a ser de ninguna manera. De todas formas, como siempre, aunque soy consciente de los posibles “problemas”, espero el mejor escenario… no hay razón para preocuparme por cosas que no puedo controlar…. Además, mi doctor me dijo que una de las razones por la que mi primer parto fue tan bueno es porque soy una optimista… y eso es algo que sí puedo controlar y que pretendo mantener hasta (espero) el último momento.


Pasando a la parte práctica. Ya tengo doula (me tenía un poco decepcionada pero ya la quiero otra vez), ya hablé con la enfermera obstétrica y ya tengo su teléfono para llamarla apenas empiece el movimiento, ya hablé con el doctor. Ya les di mi plan de parto y todos estamos en la misma página.

Ya comencé también a tomar las pastillas homeopáticas que me recomendaron en el embarazo anterior y que no se si ayudaron o no en el parto pero, nada pierdo con probar otra vez. De hecho, mi doula (que se llama Ágota) es también experta en homeopatía y pienso llevar las pastillas al parto mismo…dicen que hacen diferencia.

Lo del sueño sigue de mal en peor…o al menos es impredecible. No se cómo será cada noche pero ya básicamente duermo sola (o Alberto o yo nos mudamos al cuarto de huéspedes) y me va mejor… Todas las noches empezamos con la buena intención de dormir juntos pero al final no funciona. Hoy que vino Ágota (que también es profesora de yoga) me hizo una clase veloz con posiciones que me podrían ayudar a relajarme para dormir (y otras para el parto) así que veremos cómo me va.


¿Se acuerdan lo lindo que era que ahora tenía tiempo para mi y para despatarrarme en la casa? Pues ya no tengo tanto: ya empecé a tener las citas interdiarias en las que me monitorean la panza con el test “anti estrés” que mide los latidos del corazón de Chiara, sus movimientos y las (hasta ahora inexistentes) contracciones de mi útero. Y si me paso de mi fecha que es el 24, tendré que empezar a ir todos los días. Por el momento todo va bien, cero movimiento (como con Giulia) pero la diferencia es que esta vez sí siento cosas que con Giulia no sentí: calambres inesperados en la ingle que me hacen pararme a sobarme, la panza más dura (pero creo que porque siento más bebe que antes… no se si es la posición o qué pero yo me siento más llena de bebe), dolores de espalda más notorios… 

Según el doctor que es grande (tampoco inmensa pero no es chiquita), que ya debe estar en los 3.2kg y para el miércoles pasado medía ya como 50cm según su fémur (de hecho, su cabeza medía ya 9.56cm así que ya le dije que deje de crecer…¡¡o al menos que le deje de crecer la cabeza!!).

miércoles, 29 de abril de 2015

¡Se me está haciendo difícil mantener el ritmo!


Es increíble, no me da tiempo de terminar un post cuando todo cambia… Últimamente termino escribiendo los posts en base al recuerdo de cómo me sentía cuando lo empecé y no en función a cómo me siento en ese momento. ¡Tengo que empezar a escribir más seguido! El problema es que cuando me pasan las cosas, sobre todo cuando tienen que ver con emociones que ameritan ser procesadas, no tengo ganas de agarrar la computadora, tengo ganas de escribir y hago notas mentales, justamente como una forma de procesar lo que siento, pero ese primer paso de empezar el post me cuesta, a veces simplemente no tengo el ánimo.

Al menos empezaré hacer más notas en el teléfono… o empezaré a cargar una libreta (normalmente no la necesitaba porque apuntaba en el teléfono pero quizás si necesite una en esos momentos en lo que siento que la tecnología y, más que nada los procesadores de texto, “no son mis amigos” (como el último fin de semana, que no toqué mi computadora desde el viernes en la noche).

¿Se acuerdan que dije que había sido muy racional y cero hormonal casi todo el embarazo? ¿Y que dije que luego del Episodio había vuelto a la normalidad?  Pues no más. Bueno, en realidad, otra vez volví a la normalidad (no les digo que me ganan los eventos, ¡cuando empecé a escribir todavía no había vuelto tanto a la normalidad!) pero tuve mis días, sobre todo una noche triste.

Todavía no se bien qué fue, tengo un dilema del tipo “el huevo y la gallina” por algo que me pasó el viernes, que no es tema de este blog y que aún es motivo de “procesamiento”. Tengo la sospecha que el evento fue el desencadenante de las emociones y no al revés pero podría estarme equivocando. Lo cierto es que estuve pensativa, reflexiva (cosa que es buena en realidad) pero que creo que causó que el domingo en la noche me entraran miedos que hasta ahora no había tenido.

El mismo domingo en la cena, Alberto y yo estábamos hablando y me dijo que tenía miedo de la llegada de Chiara, lo que ya les había comentado en posts anteriores, que justo ahora que empezaba verdaderamente a disfrutar a Giulia, todo iba a cambiar. Yo le dije que era normal y que probablemente esos miedos los hubiera tenido siempre, así hubiésemos esperado más. El, siendo hijo único, no sentía la necesidad de tener más hijos pero viendo que yo si tengo hermano se animó porque si entiende lo importante y especial de la relación. Cuando me lo dijo mientras hablábamos (aunque yo ya lo sabía obviamente, lo habíamos conversado cuando decidimos tener a Chiara), me entró una pena, pena de pensar que quizás yo lo convencí, que quizás no está tan convencido y que lo hizo sólo por mí.

Pero no, si está (Chiara: esto es PARA TI, tu papá si está convencido, sólo asustado y este blog es sobre ser honestos así que por eso cuento también esto J), lo hablamos luego y la verdad es que sus miedos son normales y él sabe racionalmente que amará a Chiara como adora a Giulia y que muchas de sus dudas tienen que ver con el hecho que tenemos un estilo de vida con poca seguridad laboral y que nunca sabemos qué va a ser de nosotros en el mediano (a veces hasta corto) plazo. Si ya eso lo estresaba cuando sólo éramos los dos, ya se pueden imaginar cómo se estresa ahora. Más familia es igual a más estrés.

Pero bueno, acabamos la cena y nos fuimos a dormir (bueno, él a dormir, yo a frustrarme porque no duermo…y este es otro factor que contribuye a pensar todo lo que me da vueltas por la cabeza en estos días) y cuando apagamos la luz, otra vez me puse a llorar (ahora que lo pienso, ¡parece que esa luz es la que desencadena mis traumas!). Repentinamente me entró un pánico que no había tenido. Ya no eran las dudas de la madre primeriza que no sabe cómo va a hacer para vestir a su hija, sino las de una madre por segunda vez que se siente sobrepasada por los eventos. Todo estaba relacionado a la conversación con Alberto y al hecho que estaba cansada y preocupada porque probablemente no iba a dormir bien (lo cual es una profecía que se auto cumple todas las noches últimamente).

Por un momento me pregunté si en verdad estábamos listos para que llegue Chiara, si en verdad íbamos a poder cuadrar todas las rutinas de una manera lógica, si no iba a ser todo complicadísimo para Giulia y para nosotros, si en realidad–con el tipo de vida que tenemos- no debimos ser una familia sólo de a tres. Un miedo que no había sentido asi. Si había tenido (y sigo teniendo) miedo a lo del cansancio y a la falta de sueño pero nunca al punto de cuestionarme el hecho de tener más de un hijo o, peor aún, de cuestionar mi embarazo en general.  (Chiara: esto es otra vez para ti, TODO va a estar bien y seguro, ahora que estás leyendo, somos una feliz familia de a cuatro; estos son sólo los traumas de una madre embarazada). Felizmente luego se me pasó y estoy segura que todo va a cuadrar, porque TIENE que cuadrar, porque LO HAREMOS cuadrar. Porque, como me dijo una amiga, a veces la expectativa de lo que puede pasar es más difícil o dramática que lo que de verdad pasa y si no, encontraremos la forma, pediremos ayuda y si, tendremos días duros (como los tuvimos también cuando sólo teníamos a Giulia) pero pasarán, como le pasa a todas las familias en todas partes del mundo (expatriadas o no).

Lo que sí, todo esto que he estado pensando creo que está haciendo que acepte desde ya -y con paz- la muy probable realidad de que Chiara será la última descendiente y que este es mi último embarazo (igual, Alberto lo tiene bastante claro, soy yo la que tenía que hacer las paces con la idea). Al parecer no va a ser necesaria la tristeza de no poder dedicarles tanta atención a mis hijas de manera individual la que me haría convencerme. Al final creo que el factor fundamental está siendo la PACIENCIA.


El hecho de que sea un “trabajazo” tener tres hijos no me asusta ni me convence como argumento (y no estoy poniendo en duda que sea un trabajazo, para nada). Es decir, el trabajo en sí mismo no me asusta porque creo que la recompensa lo vale. Lo que me asusta son las consecuencias de ese trabajo, el cansancio y la falta de sueño. No porque no pueda renunciar a mi sueño por unos años más sino por el tipo de persona que uno se vuelve cuando no duerme bien y está cansada.

En estos días que le tengo miedo a la noche porque se que no podré quedarme dormida hasta tarde y que lo más probable es no dormiré más de 6 horas (ayer terminé durmiendo en el sofá de la sala porque me estaba entrado la desesperación estando echada en mi cama viendo como Alberto dormía tan contento), yo siento que mi nivel de paciencia disminuye. Si a eso le sumamos los “achaques” del embarazo (que son bastante más que cuando tuve a Giulia aunque aún razonables…al menos sigo siendo “funcional”), la paciencia se me agota aún más…y lo siento claramente, siento como mi tolerancia baja. Como dije antes, felizmente Alberto y yo nos estamos complementando muy bien pero a largo plazo para mí es insostenible vivir con la paciencia al límite.

El sólo hecho de educar y criar hijos requiere de una paciencia inmensa y creo que dependiendo del tipo de mamá o papá que uno quiera ser, se requiere más o menos. Y para ser la mamá que yo quiero ser se requiere bastante.

Yo quiero una casa sin gritos (obviamente sin golpes de ningún tipo, ni manazos ni nada), en la que todo se pueda decir conversando y explicando, en la que mis hijas puedan tomar decisiones acorde con su edad y avanzar siempre a su ritmo, demorándose, equivocándose, haciendo las cosas solas –si eso es lo que quieren- hasta que se den cuenta que necesitan ayuda –si es que la necesitan. Yo quiero dejarlas ser. Esto lo trato de hacer desde ya con Giulia y me funciona muy bien pero muchas veces implica respirar hondo, muy hondo, para no apurarla o hacer las cosas por ella…para no perder la paciencia (claro que este es el escenario ideal, entiendo que habrán baches en el camino, de hecho, ya los hay, ya he alzado la voz más de lo que quisiera pero me gusta ponerme la barra alta para esperar más de mí y hacer menos excepciones a mis reglas).

Cuando Giulia empezó a querer comer sola era bien chiquita y hacía unas “chanchadas” que ya se imaginan. Hubiera podido darle de comer yo y hacer todo más rápido y más limpio (de hecho, al principio esto fue motivo de discusiones con Alberto, ahora ya estamos más en la misma página) pero no, respiraba hondo, la dejaba y luego limpiaba. Y así aprendió a comer sola y bien bastante temprano. No fue fácil. Alguna vez hasta lloré de frustración cuando la cochinada era mucha y seguro le habré hablado más duro de lo necesario en algún momento.

Ahora nos pasa con los zapatos. Se los quiere poner (y amarrar) sola casi todas las mañanas. Nos pasamos “perdiendo” minutos valiosos antes de salir al nido mientras la vemos tirada en el piso peleándose con los zapatos hasta que dice “no puedo mami/babbo, aiuto” y recién ahí la ayudamos. Lo mismo con los momentos de frustración o pataletas o, como es en su caso, huelgas (porque en vez de hacer pataletas, normalmente se sienta en el piso y no se quiere mover), ser empático y darle tiempo para poder razonar demora… y requieres respirar aún más hondo. Más “fácil” sería darle un grito (o un manazo) y obligarla a hacer lo que quiero que haga en el momento que quiero que lo haga. Pero no, este tiempo “perdido” para nosotros es valioso, es un tiempo de aprendizaje importante para ella, para que se esfuerce, para que conozca sus límites y vaya mejorando en cada intento y aprendiendo a apreciar el valor de practicar y perseverar…pero requiere MUCHA paciencia a veces (y a veces de plano no se le puede dar porque uno está apurada o lo que sea, pero al menos tratamos y lo logramos la mayoría de las veces).

Si ahora que todavía seguimos siendo solo los tres y que, mal que bien, tengo todo “bajo control”, a veces me encuentro luchando por mantener mi auto control para que no sean Giulia (y Alberto) los que paguen por mi cansancio y falta de sueño, cómo sería con más. Ya será difícil cuando llegue Chiara y tengamos que ajustar nuestros procesos, ya tendré mis días en que entre las dos me lleven al límite. No quiero ponerme aún más al límite, no quiero arriesgar el tipo de mamá que quiero ser y el tipo de crianza que quiero dar, no quiero dejar de tratar a mis hijas como las personas que merecen respeto que son. Quizás si pudiera dar más espacio en años entre Chiara y un siguiente, la cosa sería diferente pero a mis casi 38 no es que me quede mucho tiempo (y tampoco me dan ganas de ser mamá más tarde).

Debo decir que todo este análisis sería seguro muy distinto -o de plano no lo haría- si nuestras circunstancias fueran otras, si no estuviéramos lejos de nuestras familias, si tuviéramos más acceso a ayuda. Seguro no me lo plantearía de esta forma. Porque cuando se tiene soporte el peso se carga entre más y hay más momentos de desahogo, más oportunidades de desconectarse y respirar y cargar energías. Cuando se está lejos (y ojo que no es una queja, estar lejos tiene sus ventajas también y esta vida es una que a mi me gusta mucho) la “carga” no se distribuye y no hay tantos momentos de soledad (si vieran lo que disfruto yendo sola al súper), las baterías se recargan con menos frecuencia y se llevan más al límite (especialmente cuando se es como yo que rara vez pide ayuda –ni de la gratis ni de la pagada).

Esas han sido las últimas reflexiones y acontecimientos… Espero que no me sigan ganando los hechos y los sentimientos que aún tengo un post atemporal que me gustaría terminar antes de empezar el siguiente…



lunes, 27 de abril de 2015

El episodio


Este es el post que tenía en mente cuando encontré las notas del anterior. No es un post muy feliz, es más bien un post de, no se, realidad. De los que describen las cosas no tan lindas del embarazo.

Todo el mundo se sorprende siempre de que no quiera dar a luz o de que me guste tanto estar embarazada. Y si, estoy empezando a creer que soy parte de la minoría. Debo decir que hay varios factores a tomar en cuenta cuando digo que me gusta estar encinta: primero que he tenido la suerte de tener embarazos buenos (no perfectos como han leído en el blog y como leerán más adelante pero sin complicaciones ni dramas reales); segundo, yo soy una optimista por naturaleza, siempre elijo ver las cosas por el lado amable y enfocarme en las cosas buenas antes que en las malas, soy así, con casi todo (y se que a muchos, las personas como yo les parecen “falsas” porque “nadie puede ser tan positivo”), lo que no quiere decir que no tenga mis (muy) malos momentos o que no hayan días que quiera que se acaben YA o que viva alejada de la realidad.

No todo en el embarazo es lindo, pero para mí, lo lindo supera lo malo (una vez más, quizás porque he tenido buenos embarazos). El privilegio de poder ser mamá cuando hay tantas mujeres que no pueden y quieren es algo de lo que me siento agradecida. Y no hay acidez, nausea, incontinencia, falta de sueño o dolor de espalda que me quite esa idea. Aunque se que no es nada fuera de este mundo estar embarazada y que en este momento hay millones de mujeres encinta al mismo tiempo que yo, yo me siento especial (independientemente de que el resto me vea especial…sin ir muy lejos, un chico en el tranvía no me vio muy especial cuando no me dio su sitio…que igual no necesitaba ni quería pero digo no más para que vean a lo que me refiero), me siento especial y orgullosa de mi panza y me encanta como cambia el cuerpo y no me importa en lo más mínimo estar cada día más redonda (lo del peso si me atormenta pero me atormenta siempre, embarazada o no así que no cuenta) y un poco más lenta.

Dicho esto, empiezo con mi relato.

Aunque habría que preguntarle más bien a Alberto, estoy casi segura que este embarazo he sido menos hormonal que en el anterior (que tampoco fue grave), será que ya no soy primeriza o no sé, pero ya no me agobio por las cosas que me agobié la primera vez. Aunque si me estresa ver tanta ropa de Chiara y no saber qué le va a quedar y qué no o si tiene lo que necesita, esta vez, por ejemplo, no me he puesto a llorar por miedo a no saber si podré vestir a mi hija adecuadamente para los varios climas (como si me pasó con Giulia), ni he tenido un incidente como el de la cuna de Giulia que me tuvo amargada por varios días. No había llorado casi (sólo por lo del famoso virus y por migraña y cansancio), hasta el sábado pasado…

Una de las cosas no lindas del embarazo es el tema del estreñimiento que, que muchas veces viene acompañado de otras consecuencias no menos desagradables). No voy a entrar en detalles pero de hecho es un tema del que estoy muy atenta (incluso cuando no estoy embarazada) e incluso he evitado, durante ambos embarazos, tomar suplementos de hierro y los he cambiado por formas más naturales. Pero aún con todas las precauciones a veces pasa. Y pasó durante el fin de semana. Y fue feo y me sentí mal. Pero además de lo obviamente incómodo a nivel físico, lo curioso fue el efecto emocional que tuvo en mí.

A veces uno no sabe qué es lo que puede tocar esa fibra interna que hace que todo se te venga encima. Lo más inesperado puede hacer que se apriete el botón equivocado y que te sientas fatal. En mi caso fue ese episodio.

Por alguna razón que no tengo del todo clara, me sentí emocionalmente golpeada. Como sin control sobre mi cuerpo…creo que eso es lo que más me afectó, el a veces no tener control sobre mi cuerpo por más precauciones y cuidados que tenga. Al principio estaba “movida” pero aún estaba controlada pero todo se desencadenó cuando el pobre Alberto, sin ninguna mala onda y en total buen plan me dice, antes de dormir que le daba risa (porque, como nunca, me traje dos cojines a la cama) y que nunca me había visto así en el embarazo anterior. Y tenía razón, en ese momento en particular era bastante un espectáculo verme y, normalmente, me hubiera unido a su broma y me hubiera reído con él. Pero esta vez no me reí. Me metí a mi cama y ni bien se apagaron las luces me puse a llorar. El pobre las prendió otra vez y se sintió fatal y me decía que era broma, que no se estaba burlando… y yo sabía, no estaba ni resentida ni molesta, sólo me sentía fatal.

Al día siguiente estuve mejor físicamente (pero ya tenía el cansancio encima que me llevo a tomarme esta semana de “descanso”) pero igual seguía triste y emocionalmente “caída”. Lloré una vez más por 3 minutos luego de ducharme (Giulia me vio y me decía “no llores mami”, tan linda mi gorda) y debe haber sido eso lo que necesitaba porque desde ahí he estado bien. Cansada, en pausa pero sin más llantos ni nada, la embarazada racional que había sido todos los ocho meses anteriores.

Nota: Este post también lo empecé a escribir varios días antes de terminarlo y, una vez más, otra vez cambiaron las circunstancias… ¡Esperar post siguiente!


jueves, 23 de abril de 2015

Sorprendentemente enérgica y con ganas de portear


Estaba por escribir un nuevo post y cuando me disponía a grabar el documento (aún en blanco pero con título) me di cuenta que ya había guardado este post con este título y algunas notas. Me dio risa. Me dio risa ver cómo cambian las circunstancias de un día (o dos) a otro (mi nuevo post tenía un título menos “energético” digamos).

Para ser fiel al orden cronológico de los acontecimientos, escribiré este post y luego el que pensaba escribir hoy.

Este post lo empecé el viernes pasado y no lo terminé porque estaba terminando el que publiqué ayer (que había empezado hacía varios días ya). Cuando lo empecé estaba cansada, pero cansada con sueño más que cansada físicamente o con todo el cuerpo…no sé si me dejo entender. Tenía sueño porque desde hace unas semanas venía (¿o vengo?) durmiendo mal: entre que tengo “Restless Leg Syndrome” o “Síndrome de las Piernas Inquietas” (ver aquí explicación de Wikipedia) y que si me despierto por algún ruido de Giulia me desvelo al menos dos horas, he estado durmiendo menos de 6 horas al día (y eso para mí no es suficiente). En mi embarazo de Giulia me pasaba que me despertaba en la mitad de la noche y me quedaba despierta un buen rato pero en ese momento no me molestaba, leía, hacía algo y luego me dormía y si al día siguiente estaba muy muerta, pues seguía durmiendo o me despatarraba toda la mañana (o todo el día). Como ahora seguir durmiendo o despatarrarse no es tanto una opción (igual me tengo q levantar para alistar a Giulia para que Alberto se la lleve al nido y ya dormir otra vez es más difícil) me pongo un poco ansiosa esas horas que me desvelo y eso no ayuda para nada a que me vuelva a dormir. Felizmente, desde hace una semana empecé a tomar unas pastillas de calcio que me ayudan con lo de las piernas y hace unos días comencé con unas pastillas homeopáticas para relajarme y dormir que, a juzgar por mis dos últimas noches, parece que dan resultado.

Pero bueno, el punto es que a pesar de tener sueño, estaba llena de energía. De hecho, estaba sorprendidísima de mi energía. Siempre tuve miedo de llegar hecha un desastre a estas alturas del embarazo (tengo 35 semanas) por lo cansada que había estado los primeros cuatro meses y, sin ir muy lejos, hace un mes medio atrás. Pero al parecer el famoso instinto de anidación verdaderamente te envigoriza y te llena de entusiasmo y de ganas de hacer las cosas. Según yo, es eso y el hecho que Giulia está en el nido, lo que me había hecho estar tan activa, disfrutando de mi tiempo libre y sin tanto achaque.

Nótese el pasado en la última oración: “me había hecho estar tan activa…”. Claro, ya el viernes había empezado a notar un cierto cambio en mi energía. Por un lado, la falta de sueño empezaba a pasarme factura; por otro, tanta energía e instinto de anidación me habían permitido exagerar, emocionarme con mis actividades y ahora mi espalda me estaba recordando que con todo y lo bien que estoy, igual estoy cargando una panza de 8 meses y 8 kilos.

Toda la semana pasada, mi entusiasmo y yo nos las pasamos lavando ropa de Giulia para Chiara, organizando cosas, guardando, ordenando, arreglando, tirados en cuatro patas, agachados, parándonos y sentándonos en el suelo “n” veces al día y, como no es de sorprender a nadie, los achaques empezaron a salir (me pasó así con Giulia que por emocionada me puse a armar un mueble de Ikea –me encanta armar esas cosas, salí a mi mamá- y los días siguientes estaba que me moría). Por eso, esta semana me he auto declarado “fuera de servicio” y me estoy tomando todo con calma, en posición horizontal lo más que puedo de la mañana, haciendo siesta con Giulia y, cuando me pongo a trabajar en mis cosas (como ahorita), lo hago por lo general con todos los cojines que puedo porque lo que más me está matando es la espalda.

Pero pasando a cosas más entretenidas e interesantes, una de las cosas que me hicieron empezar este post el viernes fue el tema del porteo. El viernes, después de mucho tiempo, me aventuré a ir a un nuevo grupo de mamás. No lo hacía desde que tuve a Giulia. Es un grupo de mamás embarazadas y/o con bebes pequeños (algunas también tienen hijos más grandes). Supe de estas reuniones a través de un grupo de Facebook para papás y mamás que hablan inglés en Budapest. No hice muchas amigas nuevas (aún) porque finalmente conocí a una que había conocido virtualmente y, siendo las dos latinas, terminamos hablando en español entre las dos (excusándonos con el resto claro está, si no es muy feo).

Pero fue lindo ir al grupo. Primero porque vi potencial en hacer nuevas amigas. Segundo porque vi recién nacidos y, por breves minutos, hasta me dieron ganas de tener a Chiara conmigo. Tercero, porque vi mamás que porteaban a sus hijos en sus fulares (de hecho, todas las mamás en ese grupo me dieron la impresión de ser fanáticas “porteadoras”) y eso me hizo querer aún más (otra vez, por unos minutos) tener ya a Chiara.

Lo de las potenciales amigas es fundamental. Ahora que mis amigas más cercanas se fueron, soy consciente de que el hecho de estar tan tranquila sin ellas se debe a que ahora estoy disfrutando mi tiempo sola y a que, muy probablemente, no las hubiera visto tanto igual, al menos en las mañanas que es cuando hago actividades sin Giulia. Pero me queda claro que una vez que llegue Chiara y se vayan mis papás la realidad de mi “soledad” va a ser evidente y me va a dar duro. Y como será ahí cuando sienta el golpe, tendré que esforzarme una vez más por construir nuevas relaciones y fortalecer antiguas con mamás que estén teniendo bebes otra vez (felizmente tengo varias amigas con hijos de la edad de Giulia que están ya teniendo el segundo). Grupos como estos son los que te cambian y “hacen” la vida cuando estás lejos y siempre es bonito encontrar gente con la que sientes puedes pasar un buen momento.

Por otro lado, una de las cosas con las que soñaba yo cuando estaba embarazada de Giulia era con tenerla siempre colgada encima de mí. Me compré mi fular elástico y dos fulares tejidos (uno corto y uno largo) y también una mochila Ergo Baby y, aunque si la portee algo, no lo hice tanto como hubiese querido (aunque bastante más de lo que lo hubiera hecho si no estuviera viviendo acá). Por alguna razón, siempre terminaba usando el coche (excepto en los viajes que si andaba colgada a mi siempre) y, cuando no lo usaba, terminaba usando más la mochila que los fulares (y mi sueño de porteo era más con fular que con mochila). Esta vez quiero sacarme el clavo.


Me lo quiero sacar porque me quedé con el bichito de la vez anterior y porque creo que ahora la necesidad hará que tenga que portear a Chiara. Con la edad de Giulia, tener las manos libres es fundamental para correr detrás de ella o empujarla en el columpio o ayudarla a subir y bajar en los juegos. Aunque Giulia es una gran caminante, tampoco es que pueda prescindir del coche totalmente y prefiero tener a Giulia en el coche que a Chiara, asi que la única forma de andar las tres juntas va a ser teniendo colgada a Chiara (o, eventualmente a Giulia que aún en la espalda podría tenerla).

Ver a este grupo de mamás me animó mucho, es mucho más fácil hacer algo cuando estás rodeada de gente que hace lo mismo y verlas tan contentas con sus hijos colgados me hizo recordar lo rico que se siente tener a tu hij@ cerquita de ti y lo felices que son ellos cuando duermen encima de ti (al menos la mayoría se supone, hay niños a los que les “simpatiza” menos la idea). Ya quiero verme con Chiara en mi fular, practicando con las demás las distintas formas de amarrar los fulares y viendo (más) videos de youtube sobre trucos para que sea más fácil (los que me conoces saben que cuando me emociono con algo, me vuelvo medio obsesiva por un tiempo…). De hecho, hoy tuve una “mini clase” de porteo para recién nacido con fulares tejidos para ir viendo cómo es y decidir la mejor opción para el clima caluroso en el que va a estar Chiara sus primeros meses. ¡Qué emoción!


Para cerrar, debo decir que el escribir este post y no el “menos energético” que tenía en mente me ha subido el espíritu (que tampoco estaban tan caído pero igual) y me ha llenado de energía (al menos mental, el cuerpo todavía no termina de reponerse pero en esas anda….nada que unos días de calma no puedan arreglar).

miércoles, 22 de abril de 2015

Segundo embarazo de a dos

Definitivamente, por muchas cosas, el segundo embarazo no es como el primero. De hecho, supongo que ningún embarazo es como los anteriores pero me atrevería a decir que el más especial siempre será el “inaugural”. Siempre lo pensé así, incluso antes de salir embarazada por primera vez.
Claro, puede ser que te toque un primer embarazo muy malo y que no logres disfrutarlo y que quizás alguno posterior sea mejor físicamente pero no sé, en mi mente, el primero tiene el encanto especial de ser el viaje que te convierte en madre por primera vez y eso es irrepetible. Desde un punto de vista más práctico, es el que puedes “apreciar” más u observar y sentir más atentamente porque aún no tienes la atención dividida y enfocada en otra personita que demanda tu cariño y tu tiempo.

Lo que si es cierto es que, emocionalmente, los dos traen consigo sus propios miedos y angustias y preocupaciones. Como ya he dicho antes, mi miedo principal cuando esperaba a Giulia era si me enamoraría de ella inmediatamente o cómo era que la iba a querer considerando que no soy una “amante” de los niños en general. Esta vez esa duda no la tengo. Tengo otras preocupaciones que ya he ido mencionando pero el hecho de si voy a querer a Chiara es una cosa que no me genera ningún tipo de ansiedad. La voy a querer y punto.

Ahora, hay otro tema. Una cosa es preocuparse por si la vas a querer o no y otras es preocuparse por si la vas a querer igual que a su hermana mayor. Yo la verdad no me había planteado ese tema nunca, siempre di por sentado que sí. Alguien me mencionó que antes de parir, una amiga le advirtió que no se decepcione cuando al ver por primera vez a su segunda hija no sintiera lo mismo que sentía por su primer hijo (al final mi amiga si se enamoró de su segundo hijo inmediatísimamente y con la misma intensidad con la que ya estaba enamorada del primero). Tampoco había yo pensando en eso.

Y es que no me quita el sueño la posibilidad de que en el momento mismo del nacimiento de Chiara, lo que sienta por ella no sea exactamente lo que siento por Giulia. Justamente porque yo no sentí “amor a primera vista” con Giulia. Es más, ahora que lo pienso, no me preocupa porque desde un principio he asumido que todo pasará de a pocos. Porque así vi (y sigo viendo) crecer mi amor por Giulia, día a día, sonrisa a sonrisa, pasito a pasito. Pienso que quizás me tome un tiempo querer a Chiara igual, que puede que me demore un poco enamorarme de ella pero sé, con total certeza, que al final las querré igual a las dos. Igual pero diferente supongo. Igual en cantidad e intensidad pero quizás diferente en forma… no sé.

El que no está tan convencido o, mejor dicho, el que sí está preocupado, es Alberto. Él si me he dicho que le da miedo no quererla igual. El sí está preocupado por no sentir lo mismo. La verdad no lo hemos discutido mucho y no hemos desmenuzado su preocupación para entenderla más a fondo pero lo que yo creo que pasa es que para él es difícil imaginar que puede tener la misma relación con un bebe “aburrido” que con una niña de dos años que es completamente interactiva, se comunica y es graciosa y simpática (la mayoría de las veces), con la que se puede jugar y hacer cosas e ir al parque.
Admitámoslo, los primeros meses de un bebe son medio “sin gracia”, al menos para mí…y supongo que los es más aun para el papá (al menos para Alberto) que no tiene la cercanía que tiene la mamá (usualmente al menos…el sólo embarazo ya nos pone a las madres en una situación de ventaja frente al papá y, lo mismo hace, por ejemplo, la lactancia) y pretender tener la misma relación y la misma cercanía y el mismo sentir, quizás sea mucho pedir. Y no tiene nada de malo además. Estoy segura que él también se enamoró de a pocos de Giulia y se enamora cada día más y lo mismo pasará con Chiara.

No sólo para la mamá el segundo embarazo es diferente. También lo es para el papá (y me atrevería decir que para todo el mundo que te rodea, incluido el doctor que estoy segura medía a Giulia en la panza más seguido de lo que mide a Chiara). La verdad nunca he tenido esta conversación con otros papás pero, en mi experiencia, hay un poco de “yala”, “been there, done that” también su caso. Se pierde el factor novedad. Ya no se tiene la “emoción” (o quizás debería decir el estrés) de tener que comprar todo lo que se necesita o de investigar y saber del embarazo. Ya las patadas y movimientos son menos emocionantes (para mi si lo son, debo decir, sobre todo porque Chiara se sigue moviendo muchísimo). Ya como que se sabe todo lo que viene y queda solo esperar. De hecho, estoy casi segura que para cuando se acerque más la fecha de parto, Alberto estará bastante menos desesperado que lo que estaba con Giulia (que todas las mañanas preguntaba “¿Ya? ¿Sentiste algo en la noche?)… yo creo que él también querrá disfrutar hasta el último momento nuestra etapa de a tres.


Es diferente también porque ahora los dos estamos pensando más en la logística de algunas de nuestras rutinas. Todo se vuelve más práctico. Justo ayer comentábamos sobre nuestra rutina nocturna. ¿Cómo íbamos a incluir a Chiara, su baño su dormida en el que es uno de los momentos más lindos de nuestro día? Con Giulia se creó todo a partir de ella y con ella aprendimos qué es lo que nos funcionaba mejor. Ahora todo eso que funciona tan bien (digamos que normalmente nos funciona muy bien, no es que tengamos la rutina perfecta pero digamos que tenemos nuestra forma de hacer las cosas) va a cambiar o tenemos que ver si logramos cambiarlo lo menos posible incluyendo a Chiara. Ya no llega un bebe por primera vez a una familia que recién se forma, ahora llega un bebe a una familia ya formada… y ahora nos preocupamos por afectar lo menos posible el orden que nos gusta y a la primogénita de la casa (me decían un par de doulas con las que hablé que los segundos –y siguientes- hijos saben o sienten que llegan a una familia así, como que saben su lugar, no se si será así).

Justo ayer también comentábamos que, con todos y los tropiezos y las dificultades que trae convertirse en una familia (para mi hasta antes de Giulia éramos una pareja y no tanto una familia completa), ahora estamos en un muy buen momento. Alberto y yo hemos aprendido, no sin discusiones obviamente, a complementarnos bastante bien y en los momentos en que yo no tengo tanta paciencia (que lamentablemente ahorita son un poco más frecuentes por el cansancio…ya contaré mis últimos días en un siguiente post), Alberto saca paciencia de no sé dónde.  Hemos aprendido a encontrar nuestro estilo de crianza… uno que nos acomoda bastante (y que también nos ha traído serias conversaciones) y que le funciona a Giulia. Hemos encontrado un orden… orden que en máximo 5 semanas se convertirá en caos… y que en unos meses, espero no tantos, recuperaremos.


                                                                                                                      

viernes, 27 de marzo de 2015

¿Instinto de anidación o puro estrés?

Estas últimas semanas he empezado a sentir un estrés que no sentía hace tiempo. Ese que se siente cuando te das cuenta que tienes muchas cosas que hacer y que sabes ni cuáles son porque no has empezado ni con hacer la lista. Yo se que uno siempre tiene cosas en su “To do list” pero como que ya empecé a sentir que el tiempo se acaba y que ahora si hay que hacerlas YA. Con Giulia sentí esto mucho antes, pero más que sentirme estresada, sólo quería tener todo listo desde el principio. Con Chiara está siendo diferente. En parte creo que he estado súper tranquila porque me siento bastante confiada de que no necesito gran cosa porque ya todo lo tengo. Y si, es verdad que tengo mucho pero no, no es cierto que tenga tan todo como para no preocuparme por hacer ciertas cosas.

Ahora si ya estoy haciendo citas con potenciales doulas (de hecho hoy me reuní con una), ya llamé a la señora del cordón umbilical e hice el pedido del kit. Sigo tratando de ubicar a la obstétrica que me dio las pastillas homeopáticas la vez anterior. Claro, todavía no tengo todo cerrado pero al menos ya las llamé. Ya apunté en mi agenda cuándo se supone que voy a ir a hacer algunas cosas, ya fui a dejar mi fular para que me lo corten (y le hagan uno versión mini a Giulia) y compré los aros que quería para usar mi otro fular como ring sling. Ya anoté que llegando de Italia me tengo que ir a ver el pack and play y empezar a lavar ropa y ver qué queda y que se va de las cosas de Giulia. Ya hice la lista de cosas que necesito pedir prestado y aquellas que necesito comprar (¡tipo pañales de recién nacido!). No son tantas cosas pero son y necesitan tiempo, sobre todo cuando trato de sacarle el jugo a mis mañanas libres haciendo otras cosas no relacionadas a Chiara sino a mí.

Según una de mis amigas que lo que tengo es instinto de anidación. Según yo que es purito estrés motivado por el innegable hecho que la fecha se acerca, los plazos se van acortando y cada vez queda menos para que llegue Chiara y hay cosas que TIENEN que estar. ¿O será, como dice mi amiga, que lo que yo llamo estrés en verdad es Instinto de Anidación versión 2.0 (o sea, segundo hijo)? Puede ser, el hecho es que me siento poco preparada logísticamente para la llegada de Chiara y siento que hago las cosas con más sentido del deber que ilusión (para Giulia armé pompones y hasta medio que cosí unas cosas para su cuna). ¿Será que es porque Chiara no tiene cuarto y probablemente no vaya a tenerlo en esta casa?

Chiara el miércoles 25. 31 semanas y 3 días.

La otra cosa que he notado es que, sorprendentemente, no estoy tan cansada y hecha puré como estaba hace unas semanas. Y más aún que no lo estuve las dos semanas que Alberto se fue de viaje (regresó hace 1 semana exacto). Por un lado creo que el hecho que Giulia vaya al nido (y sea feliz porque cuando no era feliz yo no estaba feliz sino medio estresada) me ha quitado una buena cuota de cansancio físico (aunque igual a veces camino como loca y hago mil cosas en esas horas libres). Por el otro, creo que la ausencia de Alberto influyó bastante. Al respecto, tengo dos teorías: O su presencia me estresa o…no, mentira, esa no es una de las teorías J, las teorías son que quizás el hecho de saber que estoy sola hace que no me canse tanto porque se que no me puedo dar el lujo de estarme muriendo o, y esta es la que creo me convence más, el hecho de tener la cama para mi sola hace que descanse mejor de noche y esté más “viva” durante el día.

Igual, no es que cuando no estuvo Alberto –e incluso ahora- no hiciera siestas algunas veces con Giulia, no es que estaba llena de energía todo el día pero no me estuve cayendo por las paredes ni me sentía adolorida como estuve, por ejemplo, hace tres sábados (que realmente me preocupé por un momento cómo iba a hacer cuando se fuera Alberto). Pero si, estoy bastante mejor de lo que me esperé tomando en cuenta cómo me he sentido antes, cuando ni siquiera la panza era tan grande. Quizás, como dice mi amiga, es el instinto de anidación que me tiene vigorizada y sin ganas de parar.


Sea como sea, no me quejo, todo va bastante bien, estoy activa, y a pesar de que Alberto ya llegó y que ya no duermo tan bien, igual estoy sintiéndome con ganas y fuerzas (a pesar de tener un poco de sueño a veces), no camino como pato (aún) y sigo sin querer dar a luz (por el momento). Veremos qué nos traen las próximas semanas. J

martes, 24 de marzo de 2015

Lo que pocas te dicen…

Estaba hace ya más de un mes en la casa de una amiga que acaba de ser mamá por segunda vez conversando con otra de las invitadas y le contaba que estaba bien, feliz y contenta con mi segunda bebé en camino pero que al mismo tiempo estaba llena de pena y de nostalgia por todas las etapas que se iban cerrando y todos los “últimos” que estaba empezando a ocurrir en mi vida y en mi vida con Giulia,  cuando la mamá a la que habíamos ido a visitar me dice algo así como que le daba gusto que estuviera tan consciente de esas cosas, que ella nunca pensó en eso antes de dar a luz.

Me decía que durante su segundo embarazo, leyó muchos libros sobre cómo la llegada de su segunda hija iba a afectar a la primera (con la que se lleva solo año y medio) y cómo hacer el proceso más fácil (ya con eso me lleva ventaja porque yo sigo sin leer NADA) pero que ningún libro (ni nadie) la preparó para cómo se iba a sentir ella con la llegada de su segunda hija y con el hecho de que ya la primera no sería la única en su vida.

Mientras estuvo embarazada, alguna vez conversamos sobre cuántos hijos había pensado tener, sobre si ahora que esperaba el segundo todavía pensaba en el tercero y su respuesta en ese momento era que sí, que si le gustaría tener un tercero, pero mucho más adelante todavía. Luego de dar a luz, el día de la visita a su casa, me dijo que ahora sabía con certeza que no quería otro hijo más porque no podía pensar en tener que dividir su atención aún más de lo que la divide ahora.

Me dijo que jamás había pensado que se sentiría tan triste de no poder darle a su hija mayor la misma atención que le daba antes de que naciera la menor, que verla jugar sola le rompía el corazón y la hacía querer ir corriendo a acompañarla y jugar con ella pero que la mayoría de veces no podía porque tenía que atender a la más chiquitita. Lo mismo, aunque en menor medida, le pasaba al contrario: sentía pena de no poderle dar a la bebita la misma atención “no compartida” que le dio a la mayor cuando era una recién nacida.

Yo si lo había pensado y me pareció curioso que con todo lo que había leído mi amiga, ningún libro se lo haya hecho notar… o que ninguna otra mamá de más de uno se lo haya comentado (una mamá reciente supongo porque me imagino que con el paso del tiempo uno se olvida de esas encrucijadas y sentimientos). Así que ahí está: una más de esas cosas que a veces nadie te dice.

Es cierto, hay mamás que no lo dicen no porque no quieren admitirlo sino porque en verdad no lo piensan. Lo comentaba con otra amiga, ella embarazada de su tercero, y me decía que ella nunca lo había pensado, que ella no es así, no le da muchas vueltas a las cosas y que su hija mayor, por el tipo de personalidad que tiene, tampoco permitió que se le prestara menos atención cuando llegó el segundo (y también se llevan menos de dos años). Ahora que espera el tercero tampoco se hace problemas por ese tema. Sin embargo, si me comentada de otra amiga suya que, como mi primera amiga, si le había dicho que no tendría más hijos porque sentía que había llegado a su límite de cuánta atención de calidad podía dar con sus dos hijos.

A mí si es un tema que me preocupa, más que preocuparme (y lo que me preocupa son las fuerzas físicas como dije en el post anterior) es que me da pena desde ya. Conociéndome, yo si me voy a sentir triste de dividirme, triste de no tener ya momentos solo con Giulia (o al menos no tantos, mi amiga por ejemplo tiene una tarde en la que deja a la bebe con una niñera y se va a hacer algo sólo con su hija más grande), triste porque seguro la pobre Chiara llorará más de lo que alguna vez dejé llorar a Giulia. Me queda claro que no soy ni la primera ni la última madre en tener que dividir su atención o en tener dos hijos relativamente con poca diferencia de años y que todas han sobrevivido sin mayores traumas emocionales y que esos otros niños han crecido bien y que así es pues, así es la vida. Eso no quita que uno se sienta triste y que de nostalgia… en general, que uno SIENTA…y yo creo que el valor de todo esto, de sentirlo, de escribirlo y compartirlo, es justamente admitir que uno siente… libera… y quizás ayuda a alguna otra mamá que no lo había pensado a prepararse para sentir.


Viéndolo por el lado amable y tomando en cuenta que, como ya he dicho, aún me rehuso a cerrar la puerta a la posibilidad de un tercer hijo, quizás esa tristeza de dividirme entre dos me haga cerrar esa puerta en paz, no sólo en mi cerebro (porque ahí está un poco más cerca de ser cerrada) sino también en mi corazón. 

lunes, 16 de marzo de 2015

Tengo miedo…

Estas últimas semanas han sido medio difíciles. No tanto físicamente, aunque si he tenido un par de días de cansancio extremo y estoy empezando a tener sueño otra vez; si no, más bien, emocionalmente.

Por un lado, empezó el proceso de mandar a Giulia al nido. Hoy es exactamente un mes que empezamos y, finalmente, me siento tranquila. Pero no fue fácil. He llorado muchas mañanas, sobre todo las últimas, antes que por fin se fuera contenta. Por alguna razón que desconozco (y creo que es común que pase así ahora que recuerdo la experiencia de una amiga mía), parece que el proceso se pone peor antes de ponerse mejor. Al menos ese fue nuestro caso. La semana pasada Giulia lloraba mucho a la hora que me iba (cosa que no hacía al principio) y a mí se me partía el corazón. Racionalmente sabía que tenía que aguantar y que era parte del proceso y que ella estaba bien (porque cuando regresaba estaba bastante contenta) pero la verdad es que cada mañana me daban ganas de no llevarla nunca más. Total, yo podía estar con ella.

Probablemente hubieran habido menos lágrimas (mías…y quizás también suyas) si no estuviera embarazada, no sé. En general no he notado estar más llorona de lo normal en otros ámbitos pero definitivamente si me emocionaba mucho con el tema del nido y de dejarla y verla llorar, hasta cuando la veía de lejos jugando en el parque con sus amigos se me salían las lágrimas…no sé, la veo tan chiquita (porque además ES la más chiquita de su clase por unos seis meses) y me da tanta pena que se acabe esta etapa de estar juntas todo el tiempo. Lo bueno es que hoy si puedo decir que estoy feliz, que la dejé contenta, que cuando la recojo ya la veo feliz, como es ella, saltando, gritando, hablando como un loro…ahora si podré empezar a disfrutar mis momentos sola.

Giulia en el nido, yendo al parque

Por otro lado, hace dos semanas tuve que decirle “hasta luego” a mi mejor amiga acá (y una semana antes de eso, nos despedimos de su hijo, que es el mejor amigo de Giulia). Esa es la parte más difícil (luego de estar lejos de la familia) de esta vida de expatriada. Y ahora es aún más difícil porque también Giulia se separa de sus amigos y, aunque no pensé que esto sería un problema a sus escasos dos años, resulta que lo es y que es bastante doloroso para mí también. Yo sé que Giulia no se acordará en el futuro de su amigo Fotis (ahora me pregunta por él todos los días casi), pero el asunto está en que yo si me acordaré de él y de lo amigos que se hicieron (cosa rara para la edad que tienen en que los niños juegan paralelamente y no entre ellos) y de cómo se divertían juntos. Despedirme de Chrisa no fue fácil (además es la segunda mejor amiga que hago y tengo que despedir desde que llegué), nos hicimos muy cercanas en estos últimos tres años, vivimos buena parte de nuestros primeros embarazos juntas, nos veíamos casi todo los días, salimos embarazadas por segunda vez casi al mismo tiempo, compartimos muchas de nuestra dudas y experiencias de mamás primerizas, de esposas expatriadas, en verdad fuimos un apoyo bastante grande la una para la otra. Y ahora ya no está. Seguiremos siendo amigas, de eso no hay duda, y se que la volveré a ver pero despedirse nunca es fácil (embarazada o no).

Para terminar con la lista de experiencias fuertes de las últimas semanas, se murió mi perra Toña en Lima. Y se murió cuando encima estaba sola (léase sin Alberto). La pobre tenía de todo, siempre fue una perrita enferma y sabía que el día en que nos abandonaría estaba cerca (de hecho, estaba casi segura que no la volvería a ver) pero jamás pensé que se moriría accidentalmente y menos luego de haberla visto por Skype como 20 minutos antes de que se nos fuera. Viéndolo por el lado positivo, murió rápido y tuvo la bondad de ahorrarle a mis papás y a mi hermano, el tener que tomar la decisión de ponerla a dormir si su condición empeoraba (cosa que era bastante probable). Fue triste enterarme de la noticia de lejos y, una vez más, no estar con mi familia en el momento. Todos corrieron de sus trabajos a la casa para estar con mi mamá y enterrar a Toñita en el jardín y yo no estuve ahí.

Encima de todo esto, y no sé si justamente por todo eso (menos lo de Toña porque Giulia no sabe que se murió) más el hecho que estoy embarazada y que tiene dos años y es su labor ponerse medio pesada, Giulia anda en la etapa rebelde. Felizmente no le dan pataletas, lo que le dan son “huelgas”, o sea que se sienta en el suelo y no se quiere mover (por lo general cuando estamos en la calle). Huelgas y ganas de retarme para ver hasta cuánto le aguanto. Así que ahora empezó más que antes la etapa (y gran responsabilidad) de educar y de poner a prueba mi paciencia. Al menos estoy contenta de que las huelgas sean huelgas y no escándalos en la calle pero igual, al no estar yo al cien por cien físicamente como para cargarla, tengo que armarme de mucha paciencia y buen humor para esperar a poder seguir nuestro camino cada vez que decide entercarse.

Justo porque las cosas con Giulia se están poniendo en plan “terrible two” y porque sé que voy a tener que ejercitar mi paciencia con ella, es que tengo un poco de miedo. Ya lo estaba teniendo desde antes pero con la inminente cercanía de la llegada de Chiara, el miedo aumenta. Miedo de cómo voy a hacer con dos cuando esté sola (ojo, yo sé que no estoy sola sola, que también está Alberto pero él no está todo el día con nosotras).

Justo ayer una amiga me preguntaba cómo me sentía, si ya quería que nazca Chiara por el cansancio que siento algunos días o qué era lo que estaba sintiendo. La verdad le dije que no estaba segura sobre qué es lo que sentía. Sabía que no quería dar a luz todavía pero aparte de eso no sabía qué más sentía. Luego de unos minutos de caminar le dije que tenía miedo. Miedo de los próximos meses, miedo de estar muy cansada, miedo de no poder dormir lo suficiente y de volverme irritable, intratable y de que eso se refleje en mi día a día, en mi relación con Alberto y en mi relación con Giulia y con Chiara. Miedo a que Chiara duerma malísimo y que yo no tenga cómo recuperar las horas no dormidas. Miedo a que Giulia deje las siestas y que mi plan de dormirlas al mismo tiempo para poder dormir yo con ellas no resulte.

Con Giulia tuve suerte, al menos los primeros seis meses su sueño fue bastante bueno y yo pude dormir bien de noche. Pero cuando a los seis meses empezó a despertarse cada dos horas (y ojo que felizmente sólo se despertaba, lactaba y se volvía a dormir, o sea, nada de horas caminando por la casa de noche o desveladas feas), luego de unas semanas de no dormir bien la diferencia se empezó a sentir. Al menos la sentía yo. Mi paciencia no era la misma, odiaba a Alberto por ratos (a alguien tenía que odiar, ¿no? ¡Y no iba a ser a Giulia!)…e insisto, no la tuve tan difícil, sólo duro unos tres meses eso de las despertadas seguidas y fueron cada dos horas no cada 45 minutos como he conocido casos.

Ese es mi miedo ahora y quizás esa es otra de las razones por las que no quiero dar a luz, una que no enumeré en mi post anterior. Porque por muy cansada que me pueda sentir ahora algunas veces, todavía tengo la oportunidad de dormir en cada siesta de Giulia (cosa que hago al menos dejando un día) o irme a la cama justo cuando ella se acuesta y dormir de corrido hasta las 7 u 8 de la mañana. ¿Quién dice que voy a estar menos cansada cuando nazca Chiara? ¿Por qué habría de ser más fácil con ella afuera? Por eso es que no me veo todavía en el punto de decir “¡que ya nazca por favor!”, quizás lo diga en la semana 37, quizás llegue a un punto de cansancio físico que si piense que es mejor tenerla afuera y no dormir que seguir cargando la panza, no sé, por ahora la prefiero conmigo en la panza, tener el control de mi rutina con Giulia en la que ya se, más o menos, qué hacer y cómo se va a dar el día, en la que puedo planear momentos de descanso y recuperarme si fue un día duro.

miércoles, 25 de febrero de 2015

(Otra vez) No quiero dar a luz

Estoy más o menos en el mismo punto en el que estaba hace dos años y medio cuando escribí un post diciendo que no estaba lista para tener a Giulia conmigo. Hoy, una hija y todo este tiempo después, pienso exactamente lo mismo respecto a mi embarazo de Chiara. Así es, yo y mi eterno enamoramiento del embarazo. Otra vez no estoy lista ni física ni logística y sobre todo, no estoy lista emocionalmente. Emocionalmente es claramente lo que menos lista estoy.

Es cierto, ahora es diferente, hay muchas cosas que se sienten distinto. Algunas dan menos miedo (“been there, done that”) pero otras dan mucho más…quizás no miedo pero si pena, o nostalgia.

De la parte física, más o menos aplica lo mismo que dije aquella vez: aún faltan 3 meses aproximadamente, Chiara está aún en proceso de crecer y prepararse para su triunfal llegada a este mundo y, principalmente, esta vez no he hecho nada por prepararme físicamente. Esta vez no he ido ni a media clase de yoga prenatal, no he leído ni media página de ningún libro y no he ido a ninguna clase de preparación de nada. Claro, uno podría decir que justamente porque ya pasé por un parto y una prolongada lactancia, ya no necesito nada de eso… Pero no, siento que alguito de preparación me caería bien. La verdad es que uno se olvida de muchas cosas y mi parto de Giulia se siente como si hubiese sido hace 10 años y no sólo hace dos. Pero que no cunda el pánico, tengo planeado, si no leer o tomar clases prenatales, si ir a clases de yoga al menos unas veces para recordar cómo respirar y tener a la mano algunos números de emergencia de consultoras de lactancia en caso no me vaya tan bien sola.


26 Semanas. Foto por Olga Stepanova

Respecto a la parte logística, estamos medio en nada. Bueno, no tanto así porque casi tenemos todo. Chiara heredará casi todo de Giulia y ahora que soy una madre “experta” ya se que no necesito tantas cosas tampoco. Eso sí, lo poco que falta sigue faltando. La pobre Chiara no tendrá cuarto propio por ahora si no un pedacito del nuestro pero si le quiero comprar al menos alguna cosita decorativa que más adelante pueda ir en su futura habitación. Le compraremos un “pack and play” que le servirá de cuna momentánea porque creo que estará con nosotros un poco más del tiempo que Giulia estuvo (básicamente por temas logísticos laborales, plazos que debemos esperar se cumplan para saber cuál será nuestro futuro). Ya sé cuál quiero, pero hay que ir a comprarlo. El tema de parto, cordón umbilical, doula están a medias. Ya vi lo del parto y la clínica (médico y enfermera obstétrica elegidos) y falta ver lo del cordón y conseguir una doula nueva (la mía del parto anterior no vive más en Hungría). En estos días debo cerrar al menos el tema del cordón pero ya vi que el tema doula me tendrá preocupada por un rato porque es el más “complicado”: es el más personal, implica encontrar a alguien con quien haya cierta química e intimidad….al final va a estar presente en uno de los momentos más personales de mi vida.

Si he tenido momentos, atisbos de instinto de anidación que se han asomado. Momentos en los que he querido ya ponerme a sacar la ropa de Giulia para ver qué le va a servir a Chiara y qué no (más que nada porque nacen en estaciones opuestas), ponerme a lavar lo que ya tengo claro que usará y las cosas que ha heredado de su prima y organizar cómo voy compartir los (pocos) cajones de Giulia… Pero la verdad es que Giulia ocupa la mayor parte de mi tiempo y aquel que tengo libre por sus siestas lo he estado utilizando o para descansar o para hacer cosas mías… Por otro lado, como está empezando su inserción en el nido, he pensado en mejor esperar a tener ese tiempo libre para dedicarme a las cosas logísticas pendientes…incluyendo la preparación de la ropa.

Tampoco quiero que dar a luz todavía porque los meses que vienen van a ser especiales por muchas razones. Por un lado, ahora que –como ya dije- Giulia está empezando a ir al nido, tendré unas horas para mí que no he tenido en los últimos dos años y dos meses. Tendré tres horas y media en la mañana para hacer lo que quiera, para despatarrarme, para avanzar mi proyecto de coaching, para ir de compras sola, para terminar los temas logísticos que mencioné antes, para estar conmigo. Estas horas serán un lujo que no tendré por al menos otro par años, así que, aunque con sentimientos encontrados porque marcan el final de una etapa muy linda en la que Giulia y yo hemos sido inseparables, pienso sacarles provecho, disfrutarlas al máximo (sea lo que sea que “disfrutarlas” signifique para mi cada día) y no tengo nada de ganas de renunciar a ellas por la llegada de Chiara.

Aunque ya medio lo dije en el párrafo anterior, otra razón para no querer dar a luz es que tengo proyectos míos que quiero seguir avanzando y terminando mientras pueda y antes que la vida me cambie otra vez. El tiempo para mí que tendré (y el poco que ya ahora tengo cuando Giulia duerme) lo quiero usar en terminar finalmente con mi página web profesional, en atraer algunos nuevos clientes, en coachear las horas que me faltan para poder aplicar a la certificación internacional que me interesa, en escribir para mi nuevo blog, en leer y hacer las cosas intelectualmente estimulantes que me gustan y que se verán indudablemente suspendidas apenas llegue Chiara. Seguro algo haré luego de que nazca, yo no me puedo quedar quieta (y mi cerebro menos) por tanto tiempo, pero siendo honesta no creo que eso que vaya a hacer lo haga antes de los 6 primeros meses en los que estaré gozando de mi auto instituida “licencia de maternidad” y en los que probablemente estaré organizándome, armando mi rutina de madre de dos, muriéndome de sueño y quedándome dormida apenas se duerman y tratando de cuadrar las siestas de las dos para poder recuperar algo de tiempo libre durante el día.

Pero además de todas las cosas que ya mencioné –que creo no son pocas- está la parte emocional que indudablemente es la más complicada, esa es la que me tiene sintiendo mil cosas distintas, todas a la vez y que sé que será complicada aún después del parto.

Hace poco me preguntaron cómo me sentía respecto a Chiara, si ya la quería. Me lo preguntaron hace poco más de un mes y me lo preguntaron también hace sólo unos días. En ambos casos respondí básicamente lo mismo. No sé si ya la quiero, pero si sé que siento más por ella de lo que sentía por Giulia a esta misma altura del embarazo. Con Giulia, como dije siempre en el blog, nunca sentí que me moría por ella desde la panza, o que me enamoré tan pronto vi el test de embarazo positivo, ni siquiera me moría por conocerla. Con Chiara tampoco, pero si siento una cercanía distinta, es como que ahora que se lo que voy a sentir por ella en el futuro, me siento más capaz de reconocer su presencia, de admitir que está ahí, de que es una personita y hasta soy capaz de dirigirme a ella de manera natural, hablarle, cosa que con Giulia no podía, nunca hice (y si lo hice, fue más forzada por el hecho que me sentía mala no hablándole). Algo que refleja este cambio es que, por ejemplo, cuando hace unos días empecé a escribir el post anterior de este blog, lo escribí dirigiéndome a ella, le estaba hablando a Chiara, contándole a ella todo lo que había pasado en los últimos meses. Eso nunca me pasó con Giulia (al final cambié el post para mantener la uniformidad del blog). Me queda claro (y que le quede claro a las dos, cuando sean más grandes y lean este blog) que no es que quiera o vaya a querer más a una que a la otra, es sólo que en el primer embarazo yo no sabía qué se siente por un hijo, ahora sí. De hecho, mi miedo más grande con Giulia fue no enamorarme de ella apenas la viera (y de hecho creo que no me enamoré a primera vista), ahora no tengo ese miedo, ahora sé que muy probablemente no me moriré por ella de inmediato pero se por cierto que me moriré por ella igual, que tiempo para enamorarnos la una de la otra tenemos de sobra… y que mi corazón se hará más grande para quererlas a las dos con la misma fuerza.

Por otro lado, estoy en un momento de nostalgia. Nostalgia y pena por las etapas que se cierran con Giulia, por todos los “últimos” que van a ir dándose en los próximos meses y años.

No estoy lista para dejar de ser sólo “Giulia y yo” en el día a día. Así como antes no estaba lista para dejar de ser solo yo (bueno, y Alberto, pero en el día a día era solo yo y ahora somos Giulia y yo). No estoy lista, y me está costando horrores, asumir que en pocos días, cuando Giulia esté completamente en el nido, dejaré de ser testigo de TODAS las cosas que hace, de cada uno de sus logros, de cada una de sus gracias, de cada una de sus risas. Me muero por recuperar un poco ese espacio para mí pero, al mismo tiempo, se me estruja el corazón cada vez que pienso que ya no vamos a estar juntas todo el día (nótese que racionalmente lo tengo todo clarísimo, pero el corazón no entiende de razones cuando hay tanto amor de por medio). Tampoco estoy lista para dejar de ser “Giulia y yo” luego del nido, no estoy lista para encima tener que dividirme y no poder abrazar a Giulia mientras se queda dormida para su siesta (no lo hacemos siempre pero a veces sí), para tener que decirle, con más frecuencia de lo que se lo digo ahora, que me tiene que esperar antes de poder hacerle caso con algo. Tampoco para cambiar nuestra rutina de noche en la que se echa a tomar su leche entre mis piernas o entre Alberto y yo.

En la misma línea, no estoy (mejor dicho, “estamos” porque acá también se incluye Alberto, y ya escribiré sobre cómo ha sido distinto este embarazo como pareja) para dejar de ser tres, justo ahora que Giulia está más graciosa y divertida que nunca, justo cuando se comunica tan bien y nos cuenta cosas. Nos queda claro que esta nostalgia, ni ninguna de las otras, se quitaban con posponer el segundo bebe, sea cual sea el momento en el que hubiéramos decidido tener un segund@ hij@ nos hubiera pasado lo mismo, siempre hubiéramos tenido pena de cambiar las cosas, así como nos dio pena dejar de ser dos y, en algun momento nos dio pena dejar de ser solteros. Al final, creo que esta nostalgia en particular es “un buen síntoma”, significa que estamos disfrutando cada una de las etapas de nuestras vidas.

Quizás por todas estas cosas que uno deja y la pena que se siente (o la felicidad que da el status quo) hay parejas que deciden no tener más de un hijo. Para mi esa no era una opción (para Alberto pudo haberla sido, siendo hijo único, para él era algo más normal), yo si sentía que quería darle un herman@ a Giulia…porque yo se qué es tener hermanos y quería que ella tuviera lo mismo.

Además, tampoco estoy lista para que se acabe el embarazo. Este que, muy probablemente, sea el último. Aunque tampoco estoy preparada para desde ya decir que “se cerró la fábrica” y negarme tajantemente la posibilidad de tener un hij@ más, racionalmente sé que es el escenario más probable y justamente porque sé que lo es, me da tristeza pensar que puede que nunca más cargue un bebe en mi panza. Si pues, me gusta estar embarazada. Con todo y el mayor cansancio que he tenido esta vez, sigo sintiendo que es un estado muy especial, que crear vida es un privilegio y me cuesta decirle adiós a la posibilidad.


26 Semanas. Foto por Olga Stepanova

Así es que, como ven, definitivamente no estoy lista para ser mamá por segunda vez. Felizmente, para cada embarazo, la naturaleza te regala nueve meses para que lidies con tus emociones y llegues al gran día lo más cerca a “lista” que se puede estar. A mi quedan aún tres meses.

Chiara llegará cuando tenga que llegar, esperemos que más tarde que temprano, y desde el día que llegue ocupará mi vida, mis días, mi mente y mi corazón, pero mientras eso pasa seguiré disfrutando la poca soledad que tendré, mis momentos de a dos con Giulia y mis ratos con mi familia de a tres.