lunes, 29 de septiembre de 2014

El susto – Parte I

Hoy no fue un día fácil. Mejor dicho, una tarde fácil. La mañana estuvo súper bien, jugando con Giulia en una nueva casa de juegos/guardería que una amiga mía descubrió y que, si todo sale como espero, debería convertirse en mi “lugar seguro” para dejarla por ratos mientras yo me dedico a coachear a mis nuevos clientes.

La tarde en cambio, fue complicada. Ya desde un principio andaba medio nerviosa creo, impaciente. No se cómo explicarlo pero creo que me sentía apurada porque Giulia no había almorzado (por quedarse dormida) y la estaba llevado a comer helado de yogurt de merienda. Sentía que tenía que hacer todo rápido, que ella se impacientaría (cuando, en realidad, normalmente es bastante paciente). Encima, en el supermercado todo me salió medio mal, tuve problemas para meter el coche en el carrito de compras, a Giulia se le cayeron los zapatos (que felizmente encontré), en fin…estaba un poco rara.

Y lo que no ayudó para nada fue el e-mail que recibí de la asistente de mi ginecólogo, enviándome los resultados de unos análisis que me hice hace 10 días (y que ya me había mandado hace una semana con la indicación de que el doctor quería verme de nuevo dentro de dos más, o sea, el próximo viernes) y diciéndome que saque cita con el doctor para seguimiento y para discutir mis resultados. ¿Discutir los resultados? Eso no me lo había dicho hace una semana. ¿Qué había que discutir? Inmediatamente le respondí preguntándole si es que había algún problema con los resultados y que pensaba ir el próximo viernes como el doctor me había indicado.

Inmediatamente me respondió diciendo que no era nada, que discutiera los resultados con el médico pero que había algo raro con mi Rubeola IGM y que me harían análisis de sangre adicionales. Como no entendí mucho y no recordaba mis resultados, inmediatamente abrí el archivo y me di con la sorpresa que en las columnas dedicadas a la Rubeola (tanto IGG como IGM) no decía nada, o sea, estaban en blanco. Además, ni siquiera sabía que significaba tener algo raro en la rubeola IGM y cuáles eran las consecuencias para el embarazo. Gracias a (o desgraciadamente por) el gran acceso a información que tenemos hoy y a los benditos (o malditos) teléfonos inteligentes, me puse a buscar en internet (mientras ayudaba a Giulia a comerse una barra de queso mozarella y la trataba de mantener tranquila en su coche que además pesaba 20 kilos por todas las compras del super) y lo poco que pude leer en mis incómodas condiciones no era para nada bueno (abortos espontáneos, muerte fetal, malformaciones y problemas de desarrollo).

Volví a escribirle a Sara, la asistente, preguntándole si tenía que ir antes de lo previsto o que si manteníamos la cita del próximo viernes. Me dijo que “si quería venir antes está bien”. Ya empezaba yo a impacientarme (más) y le escribí preguntando qué es lo que recomendaba el doctor. Su respuesta: “el doctor no está pero yo te recomiendo que vengas antes”. Para ese entonces ya Alberto sabía la historia y mi mamá también. Yo confirmé con mi mamá que de chica había tenido rubeola y gracias a internet aprendimos que por haberla tenido era normal tener el IGG (que sería como el virus dormido) positivo pero el IGM (el virus activo) debería ser negativo (y tenerlo positivo era malo). También supimos que existen los falsos positivos y que seguro era por eso que me querían volver a hacer un examen de sangre. Igual, yo que soy señora optimismo, por primera vez sentí un miedo horrible, miedo de que mi pobre bebe ya no estuviera conmigo, de que cuando vaya a mi cita, no vea su corazoncito latir y me eché a llorar. El miedo era aún peor porque, como fue con Giulia, yo no siento nada cuando estoy embarazada. Salvo alguna molestia en el lado derecho de la pelvis (que de hecho hace días no sentía) y un sueño y un cansancio que no recuerdo haber tenido con Giulia (probablemente justamente porque no tenía a Giulia), no siento nada. De hecho le acababa de comentar a mi prima que a veces no sentir nada me asusta porque, no habiendo visto al bebe aún, no hay nada que me confirme que estoy encinta. Felizmente hoy medio que si había sentido un hincón (luego de limpiar la casa) y me había parecido ver que se me empezaba a hinchar la panza (aunque es súper pronto y no he engordado nada sino al contrario, ¿no dicen que con el segundo sale más panza y más rápido?).

Al final decidí sacar mi cita para esta semana con el miedo de que por ir tan pronto, (otra vez) no se vean los latidos en la ecografía. Le dije a Sara que iría el viernes y que por favor me explique por qué no dice nada en la columna correspondiente a la rubeola de los resultados del análisis y si el problema era que había salido positivo el IGM. Me dijo que discutir los resultados no eran su competencia y que, aunque no decía nada el papel, ella sabía por el doctor y la asistente del laboratorio que mi IGM había salido “incierto” (¿?). Que no me preocupe y que vaya el viernes y le haga todas mis preguntas al médico. Le respondí que entendía que no era su trabajo explicar los resultados pero que tenía que entender que siendo la rubeola tan importante y con consecuencias tan graves, no preocuparse era difícil y que ya nos veíamos en la cita.

Este post hubiera quedado aquí, dejando para un segundo el resultado de mi cita y de los análisis, si no hubiera sido porque luego de mi último mail me llegó otro diciendo que se había equivocado y que el problema no era la rubeola sino la “CMV IMG” que había salido positiva. (¡!)

Y ahí empezó el proceso otra vez: ahora a averiguar qué michi es el CMV y qué significa tener el IGM positivo. No entraré en detalles porque lo importante es que es menos grave que la rubeola y que también pueden haber falsos positivos (que es con lo que estoy contando). Igual puede traer problemas al bebe…pero con probabilidades mucho más bajas. En verdad, después de esta montaña rusa de emociones de las últimas cinco horas, ya me quedan bastante menos ganas de seguir averiguando enfermedades y virus. Lo que si se es que ha sido eso, una montaña rusa total y que no me he vuelto a sentir yo misma en lo que ha quedado del día. Ya no se ni qué es lo que siento. Por un momento sentí como un hueco en el pecho, por otros como ganas de llorar atrapadas que no podía dejar salir. Ahora, siendo casi las 11pm ya me siento más tranquila…y debo decir que en gran parte es gracias a Alberto que, por el día de hoy, me cedió su puesto de ansioso y pesimista y asumió el de cheerleader total animándome y diciéndome que todo estaría bien. Eso es lo bueno de nosotros, que cuando soy yo la que por alguna razón colapsa (seamos sinceros, normalmente es él), siempre logra estar a la altura de las circunstancias y darme el apoyo que necesito.

Ya les contaré el desenlace de esta historia en un siguiente post…


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