Estaba
hace ya más de un mes en la casa de una amiga que acaba de ser mamá por segunda
vez conversando con otra de las invitadas y le contaba que estaba bien, feliz y
contenta con mi segunda bebé en camino pero que al mismo tiempo estaba llena de
pena y de nostalgia por todas las etapas que se iban cerrando y todos los
“últimos” que estaba empezando a ocurrir en mi vida y en mi vida con
Giulia, cuando la mamá a la que habíamos
ido a visitar me dice algo así como que le daba gusto que estuviera tan
consciente de esas cosas, que ella nunca pensó en eso antes de dar a luz.
Me decía
que durante su segundo embarazo, leyó muchos libros sobre cómo la llegada de su
segunda hija iba a afectar a la primera (con la que se lleva solo año y medio) y
cómo hacer el proceso más fácil (ya con eso me lleva ventaja porque yo sigo sin
leer NADA) pero que ningún libro (ni nadie) la preparó para cómo se iba a sentir
ella con la llegada de su segunda hija y con el hecho de que ya la primera no sería
la única en su vida.
Mientras estuvo
embarazada, alguna vez conversamos sobre cuántos hijos había pensado tener,
sobre si ahora que esperaba el segundo todavía pensaba en el tercero y su
respuesta en ese momento era que sí, que si le gustaría tener un tercero, pero
mucho más adelante todavía. Luego de dar a luz, el día de la visita a su casa,
me dijo que ahora sabía con certeza que no quería otro hijo más porque no podía
pensar en tener que dividir su atención aún más de lo que la divide ahora.
Me dijo
que jamás había pensado que se sentiría tan triste de no poder darle a su hija
mayor la misma atención que le daba antes de que naciera la menor, que verla
jugar sola le rompía el corazón y la hacía querer ir corriendo a acompañarla y
jugar con ella pero que la mayoría de veces no podía porque tenía que atender a
la más chiquitita. Lo mismo, aunque en menor medida, le pasaba al contrario:
sentía pena de no poderle dar a la bebita la misma atención “no compartida” que
le dio a la mayor cuando era una recién nacida.
Yo si lo
había pensado y me pareció curioso que con todo lo que había leído mi amiga,
ningún libro se lo haya hecho notar… o que ninguna otra mamá de más de uno se
lo haya comentado (una mamá reciente supongo porque me imagino que con el paso
del tiempo uno se olvida de esas encrucijadas y sentimientos). Así que ahí
está: una más de esas cosas que a veces nadie te dice.
Es cierto,
hay mamás que no lo dicen no porque no quieren admitirlo sino porque en verdad
no lo piensan. Lo comentaba con otra amiga, ella embarazada de su tercero, y me
decía que ella nunca lo había pensado, que ella no es así, no le da muchas
vueltas a las cosas y que su hija mayor, por el tipo de personalidad que tiene,
tampoco permitió que se le prestara menos atención cuando llegó el segundo (y
también se llevan menos de dos años). Ahora que espera el tercero tampoco se
hace problemas por ese tema. Sin embargo, si me comentada de otra amiga suya
que, como mi primera amiga, si le había dicho que no tendría más hijos porque
sentía que había llegado a su límite de cuánta atención de calidad podía dar
con sus dos hijos.
A mí si es
un tema que me preocupa, más que preocuparme (y lo que me preocupa son las
fuerzas físicas como dije en el post anterior) es que me da pena desde ya.
Conociéndome, yo si me voy a sentir triste de dividirme, triste de no tener ya
momentos solo con Giulia (o al menos no tantos, mi amiga por ejemplo tiene una
tarde en la que deja a la bebe con una niñera y se va a hacer algo sólo con su
hija más grande), triste porque seguro la pobre Chiara llorará más de lo que
alguna vez dejé llorar a Giulia. Me queda claro que no soy ni la primera ni la
última madre en tener que dividir su atención o en tener dos hijos
relativamente con poca diferencia de años y que todas han sobrevivido sin
mayores traumas emocionales y que esos otros niños han crecido bien y que así
es pues, así es la vida. Eso no quita que uno se sienta triste y que de
nostalgia… en general, que uno SIENTA…y yo creo que el valor de todo esto, de
sentirlo, de escribirlo y compartirlo, es justamente admitir que uno siente…
libera… y quizás ayuda a alguna otra mamá que no lo había pensado a prepararse
para sentir.
Viéndolo
por el lado amable y tomando en cuenta que, como ya he dicho, aún me rehuso a
cerrar la puerta a la posibilidad de un tercer hijo, quizás esa tristeza de
dividirme entre dos me haga cerrar esa puerta en paz, no sólo en mi cerebro
(porque ahí está un poco más cerca de ser cerrada) sino también en mi corazón.
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