martes, 24 de marzo de 2015

Lo que pocas te dicen…

Estaba hace ya más de un mes en la casa de una amiga que acaba de ser mamá por segunda vez conversando con otra de las invitadas y le contaba que estaba bien, feliz y contenta con mi segunda bebé en camino pero que al mismo tiempo estaba llena de pena y de nostalgia por todas las etapas que se iban cerrando y todos los “últimos” que estaba empezando a ocurrir en mi vida y en mi vida con Giulia,  cuando la mamá a la que habíamos ido a visitar me dice algo así como que le daba gusto que estuviera tan consciente de esas cosas, que ella nunca pensó en eso antes de dar a luz.

Me decía que durante su segundo embarazo, leyó muchos libros sobre cómo la llegada de su segunda hija iba a afectar a la primera (con la que se lleva solo año y medio) y cómo hacer el proceso más fácil (ya con eso me lleva ventaja porque yo sigo sin leer NADA) pero que ningún libro (ni nadie) la preparó para cómo se iba a sentir ella con la llegada de su segunda hija y con el hecho de que ya la primera no sería la única en su vida.

Mientras estuvo embarazada, alguna vez conversamos sobre cuántos hijos había pensado tener, sobre si ahora que esperaba el segundo todavía pensaba en el tercero y su respuesta en ese momento era que sí, que si le gustaría tener un tercero, pero mucho más adelante todavía. Luego de dar a luz, el día de la visita a su casa, me dijo que ahora sabía con certeza que no quería otro hijo más porque no podía pensar en tener que dividir su atención aún más de lo que la divide ahora.

Me dijo que jamás había pensado que se sentiría tan triste de no poder darle a su hija mayor la misma atención que le daba antes de que naciera la menor, que verla jugar sola le rompía el corazón y la hacía querer ir corriendo a acompañarla y jugar con ella pero que la mayoría de veces no podía porque tenía que atender a la más chiquitita. Lo mismo, aunque en menor medida, le pasaba al contrario: sentía pena de no poderle dar a la bebita la misma atención “no compartida” que le dio a la mayor cuando era una recién nacida.

Yo si lo había pensado y me pareció curioso que con todo lo que había leído mi amiga, ningún libro se lo haya hecho notar… o que ninguna otra mamá de más de uno se lo haya comentado (una mamá reciente supongo porque me imagino que con el paso del tiempo uno se olvida de esas encrucijadas y sentimientos). Así que ahí está: una más de esas cosas que a veces nadie te dice.

Es cierto, hay mamás que no lo dicen no porque no quieren admitirlo sino porque en verdad no lo piensan. Lo comentaba con otra amiga, ella embarazada de su tercero, y me decía que ella nunca lo había pensado, que ella no es así, no le da muchas vueltas a las cosas y que su hija mayor, por el tipo de personalidad que tiene, tampoco permitió que se le prestara menos atención cuando llegó el segundo (y también se llevan menos de dos años). Ahora que espera el tercero tampoco se hace problemas por ese tema. Sin embargo, si me comentada de otra amiga suya que, como mi primera amiga, si le había dicho que no tendría más hijos porque sentía que había llegado a su límite de cuánta atención de calidad podía dar con sus dos hijos.

A mí si es un tema que me preocupa, más que preocuparme (y lo que me preocupa son las fuerzas físicas como dije en el post anterior) es que me da pena desde ya. Conociéndome, yo si me voy a sentir triste de dividirme, triste de no tener ya momentos solo con Giulia (o al menos no tantos, mi amiga por ejemplo tiene una tarde en la que deja a la bebe con una niñera y se va a hacer algo sólo con su hija más grande), triste porque seguro la pobre Chiara llorará más de lo que alguna vez dejé llorar a Giulia. Me queda claro que no soy ni la primera ni la última madre en tener que dividir su atención o en tener dos hijos relativamente con poca diferencia de años y que todas han sobrevivido sin mayores traumas emocionales y que esos otros niños han crecido bien y que así es pues, así es la vida. Eso no quita que uno se sienta triste y que de nostalgia… en general, que uno SIENTA…y yo creo que el valor de todo esto, de sentirlo, de escribirlo y compartirlo, es justamente admitir que uno siente… libera… y quizás ayuda a alguna otra mamá que no lo había pensado a prepararse para sentir.


Viéndolo por el lado amable y tomando en cuenta que, como ya he dicho, aún me rehuso a cerrar la puerta a la posibilidad de un tercer hijo, quizás esa tristeza de dividirme entre dos me haga cerrar esa puerta en paz, no sólo en mi cerebro (porque ahí está un poco más cerca de ser cerrada) sino también en mi corazón. 

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