Me juré
que esta vez no me demoraría ocho meses, como me demoré con el blog de Giulia,
en escribir sobre el parto de Chiara. Cumplí, ¡recién van siete meses! La
verdad lo debí y pude hacer antes pero la flojera pudo más. Esta vez creo que
no fue falta de inspiración (más bien espero que no me falte ahorita que
finalmente me siento a escribir) sino dejadez o, más que dejadez, ganas de
disfrutar no haciendo nada más que estar con mis hijas (y descansar cuando se
pudiera). Digamos que me tomé un verdadero post natal.
En los
primeros días después del parto tenía este post listo en mi cabeza, ahora no
tanto así que tocará hacer memoria e improvisar.
¿Cómo fue
mi parto? Pues en una palabra ¡RAPIDO!
Tuve el parto que deseaba, pude sentir las contracciones y decirle a Alberto
“es hora de ir al hospital” como quería. No me tuvieron que inducir, di a luz
sin epidural, fue perfecto. No fue como me lo imaginé porque supongo que ningún
parto es pero igual creo que jamás me lo hubiera imaginado así.
Ese día,
el 27 de mayo, tuve un día ajetreado. Estuve en la calle con mis papás “volantuseando”
y en tiendas. Fuimos a Tesco a hacer compras (en nuestro metro bien contentos,
creo que de regreso si tomamos un taxi) y hasta nos quedamos a almorzar ahí.
Una amiga peruana, en son de broma, me había dicho que comiera chifa (la fusión
de comida china con toque peruano que se come en Perú) porque dicen que eso te
hace parir. Pues comí “chifa” (en realidad comí chino hungarizado supongo pero
lo importante era la parte china creo) y hasta le tomé foto a mi plato para
mandárselo a mi amiga.
De vuelta
a la casa a eso de las 4pm, mis papás se fueron a recoger a Giulia al nido y yo
me quedé sola, descansando un rato porque estaba muerta con la caminata. Estaba
cansada y medio adolorida, pero nada que no se pudiera explicar con el día que
había tenido. Mientras estaba en la casa “decidí” que ya tenía que dar a luz,
que al día siguiente que iba al ginecólogo para mi chequeo le iba a pedir que
haga una maniobra para ver si empezaba el trabajo de parto en los próximos
días, antes que se cumpla la semana 41. Así se me acababa el estrés de estar
yendo a mis chequeos diarios y la angustia de que en cualquier momento me dicen
que me tienen que inducir. De hecho, cuando fui al parque a alcanzar a mis
papás y a Giulia, me encontré con unos amigos y les anuncié que yo “daba a luz
mañana, a más tardar el jueves”. ¡Estaba decidido!
Volviendo
a la casa para cenar –como a las 7pm-, empecé a sentir un dolor medio raro,
pero nada muy fuerte, la verdad no sabía bien qué era, como hincones pero
suaves, lo que si me resultaba sospechoso era que se repetían cada cierto
tiempo. Se los comenté a mis papás y a mi prima por whatssapp pero no estaba
muy convencida de que fueran contracciones, eran como cólicos. Cociné y cené
normal y cuando llegó Alberto –que justo ese día llegó tarde- le dije lo que
sentía pero que no estaba segura si eran o no contracciones, que podían ser
contracciones de mentira pero que igual mejor comiera bien por si nos tocaba
una noche larga.
Como
seguía sintiendo dolor, a las 22:16 llamé
a mi doula y le comenté lo que
pasaba. Ya los hincones estaban siendo más regulares y más frecuentes pero aún
no me dolían mucho. Ella me dijo que habían dos posibilidades: que no me
dolieran porque no eran fuertes (y no de verdad) o que no me dolieran porque A
MI no me dolían. Me recomendó que me tomara una copa de vino y me diera una ducha
de agua caliente. Dijo que si son contracciones falsas, pararían con esas dos
cosas, que si no paraban, probablemente seguirían y sí era trabajo de parto. No
hice lo del vino, no sé por qué, pero si me fui a duchar. Y las contracciones
no pararon. Me quité mis anillos (creo que me quedé sólo con el aro), pulseras
y aretes largos y me vestí con el look
hospital que ya tenía pensado. Le dije a Alberto que mejor se echara a dormir
por si acaso y yo me quedé sentada en el sofá de la sala chateando con mi prima,
tomándole tiempo a las contracciones y esperando que me duelan más para decidir
hacer algo.
A las 23:17 me di cuenta que Réka, la que había sido mi doula en el primer parto y que vive en Estados Unidos, estaba
conectada en el Messenger de Facebook (¡felizmente!) y le escribí. Le conté la
situación y le pregunté, ya que ella es la única, además de Alberto, que me
había visto dar a luz, si creía que las contracciones –que en ese momento ya
eran cada 5 minutos- no me dolían porque faltaba más tiempo o porque a mí no me
duelen porque tengo una tolerancia alta al dolor. Su respuesta fue: “eres tú,
yo que tú me voy moviendo”. En ese momento, llamé a la obstetra que había
contratado especialmente para que atienda mi parto, le mandé un SMS a Agota, la
doula que estaba pendiente (antes le
había dicho que las contracciones no habían parado y que cualquier cosa le
avisaba), desperté a Alberto y llamé al taxi. Eran las 23:51. Mientras esperaba
que Alberto bajara, fui al baño. Y ahí se apuró todo aún más.
Yo sabía
que durante el trabajo de parto te recuerdan ir a orinar con frecuencia para
vaciar la vejiga para que esta, por estar llena, no bloquee la salida del bebe.
Bueno, eso era exactamente lo que estaba haciendo mi vejiga, bloqueando la
salida de Chiara. En el momento que fui al baño y estando aun esperando a
Alberto y al taxi, las contracciones pasaron de ser cada 5 min a ser cada 2… y
repito, ¡estaba aún en mi casa! Ahí ya el dolor era un poco más intenso, aún súper
soportable pero ya no quedaban dudas de que estaba por dar a luz.
Bajé a
tomar el taxi a las 12 de la noche exactas, según Alberto el taxista tenia cara
de preocupación. Yo ya en ese momento dejé de monitorear las contracciones y de
comunicarme con el mundo exterior (hasta hacía poco seguía manteniendo
informadas a mi prima y a un par de amigas). Las contracciones ya eran como
cada minuto. FELIZMENTE era media noche y llegamos en diez minutos al hospital.
Cuando llegué, en la recepción de la maternidad estaba sólo la enfermera de
turno que cuando le dije cada cuanto eran las contracciones casi se cae de
espaldas. Claro que la caída de espaldas no le impidió pedirme el contrato con
el hospital para registrarme (¡!)…
Nos
llevaron a mi cuarto y Alberto tuvo que ayudarme a desvestirme y ponerme la
bata porque yo ya no atinaba a nada. Caminamos a la sala de parto y cuando
llegué no había NADIE, sólo yo y Alberto y la enfermera de turno que, muy
linda, me ayudaba sobándome la espalda. Le pedí que me pasara la pelota de yoga
para sentarme (así hice todo mi trabajo de parto de Giulia), di bote dos veces
y se rompió la fuente. Yo de verdad que me había olvidado por completo de la
fuente y de que se tenía que romper. Me agarró por completo de sorpresa. Según
Albero que mi cara de sorpresa fue muy tierna… En ese momento, llegaba la
obstétrica literalmente corriendo mientras se ponía el gorro y los guantes;
atrás llegaba Agota que, muy diligentemente traía su hervidor de agua en la
mano (yo le había dicho que quería que me pongan paños tibios al momento de las
contracciones para ayudarme con el dolor). Cuando vio la escena, casi que tiró
el hervidor porque se dio cuenta que no iba a haber tiempo para ni media jarra de
agua hervida. Ahí no más llegaba la doctora – que era la de turno porque mi
doctor no llegó a tiempo, de hecho, al día siguiente me contó –mientras se
disculpaba como loco- que apenas lo llamó la obstétrica salió y en el camino
llamó al hospital y la doctora de turno le colgó el teléfono en la cara diciéndole
“no puedo hablar, tu paciente está casi dando a luz”-.
En ese
momento si, no voy a mentir, el dolor era súper intenso. Tan intenso que, ilusa
yo –sabiendo la respuesta y a pesar de no querer una en teoría - le dije a la
doctora “¿creo que no va a haber tiempo para una epidural, no?. Ella, en vez de
reírse en mi cara –cosa que dada la escena, no me hubiera ni ofendido creo- me
dijo “primero te controlo y luego vemos”. Bueno, me controló y el veredicto
fue: ¡la cabeza está casi afuera! En ese momento yo ya le estaba diciendo a
Agota que necesitaba pujar. Me subieron (porque a mí ya no me respondía el
cuerpo) a la camilla y, literalmente, en dos pujadas, a las 12:38am salió
Chiara. De hecho me tuvieron que pedir que puje despacito. Al final di a luz
con aro y reloj puesto, nunca hubo tiempo de ponerme los antibióticos con los
que se supone tenía que dar a luz… si no es porque era así de tarde, quizás
hubiera podido dar a luz en el taxi.
Inmediatamente
después de que nació, me la pusieron encima y no me la quitaron sino hasta
después de dos horas. Para nada, ni para lavarla, ni para medirla o pesarla,
para nada. Me la dieron tal cual nació y así se quedó hasta que tocaba que yo
también me parara para lavarme y caminar a mi cuarto. La tuve encima mío, piel
con piel, tapada con una colcha de las que yo misma había llevado al hospital
(la verdad no sé por qué no me dieron una pero fue lindo que fuera así). A la
hora de sacar la sangre del cordón umbilical, a diferencia de lo que hicieron
cuando nació Giulia que la alzaron para hacer que la sangre del cordón baje,
las doctoras se tiraron al piso para que la sangre caiga, ni para eso me la
quitaron.
Como era
de esperarse, mi Chiarita se arrastró hasta la teta y lactó por primera vez
como a la media hora de haber nacido. Yo que sabía que eso pasaría, no sé por
qué sentía que la quería ayudar, y de hecho le pregunté a Agota si debía
acercármela y ella me dijo que no, que la deje hacerlo sola. Y eso hice. Y eso
hizo.
Debo decir
que dar a luz sin epidural no fue para nada grave. Si, el dolor fue intenso,
pero ese dolor fuerte duró muy poco, quince minutos como máximo. Es cierto que
cada parto es distinto, algunos son más dolorosos e intensos que otros y cada
mujer también es distinta, cada una resiste al dolor de manera diferente pero
una de las cosas que creo es que uno le tiene mucho miedo al dolor porque no
sabe cuánto va a durar. Quizás si uno supiera que el dolor fuerte va a durar
15, 20, 30 minutos y nada más, se lo aguantaría y ya, uno se prepararía
mentalmente para aguantar. Es el no saber cuánto tiempo más va uno a tener que
aguantar el que te hace querer usar anestesia…así fue como lo sentí yo al
menos. Y claro, no hay forma de saber cuánto va a durar (¡a menos que tengas la
cabeza del bebe ya afuera!).
Alberto no
podía creer lo “fácil” y rápido que había sido todo, de hecho, cuando salió
Chiara me dijo “¡si me aseguran que va a ser así otra vez, yo me animo a tener
un tercero!”…como si lo más difícil de tener hijos fuera parirlos.
Lo más
difícil del parto, tal y como me lo habían dicho mis amigas que no habían usado
epidural, fue la revisión post parto y los puntos que –una vez más
innecesariamente- me pusieron (aunque sólo fueron dos). Esta vez tampoco me rasgué
pero, para variar, la doctora insistió, a pesar del consejo en contra de la
obstétrica, en poner puntos en dos pequeños rasguños. Además, la revisión post
parto fue más exhaustiva de lo normal porque me dijeron que en partos así de
rápidos hay más riesgo de desgarres internos. La doctora que me atendió, aunque
muy buena, no había tenido hijos y no sabía lo sensible que queda una (o lo
sabía en teoría) y –por lo tanto- fue muy poco delicada. De hecho, en algún
momento le tuve que decir que por favor me dejara en paz un rato y me dejara
disfrutar el momento por unos minutos (Agota estaba orgullosísima de mi por
haberme defendido y Alberto decía que me vio sufrir más con el post parto que
con el parto mismo).
En cuanto
al bonding con Chiara, fue mucho más
fuerte que con Giulia. No se si fue el parto no medicado (se supone que hace
diferencia), el hecho que ya era mamá y sabía lo que se siente por un hijo o que
estaba mucho más relajada con todo (o una mezcla de las tres cosas). Pero de
hecho, desde el momento mismo que nació fue diferente. No es que la quisiera
más de lo que quiero a Giulia ahora pero si más de lo que la quise al momento
que nació y durante los primeros días. Con Chiara todo fue más fácil, lo he
disfrutado todo más. Desde el hospital, la etapa de recién nacida, todo. Hasta
ahora que ya empieza a comer sólidos definitivamente estoy más afanosa que con
Giulia (en parte quizás porque se supone que es la última y también porque
quiero corregir los “errores” de la primera vez).
Cuando mi
Giulia nació, en el hospital estaba más pendiente de que se durmiera para
pasarla a su cuna y como se me despertaba cada vez que la movía me frustraba;
estaba más preocupada por poder descansar yo y para eso –según yo- tenía que
ponerla en su cuna. Con Chiara no, si se dormía encima de mí y lloraba cuando la
pasaba, pues la dejaba encima y dormía con ella ahí. No me obsesionó el tema de
mi propio sueño… ya sabía cómo era y asumí las despertadas como algo que
pasaría (además venía tan cansada de las últimas semanas de embarazo sin dormir
que aunque me tuviera q despertar cada hora era feliz porque al menos lograba quedarme
dormida). Con Chiara me tomé (y me sigo tomando) las cosas como venían sin
hacerme problemas, hacía lo que había que hacer para estar las dos contentas.
No me cuestionaba (y hasta ahora no lo hago) las cosas que hacía, ni pensaba en
la opinión del resto o en si la voy a “malacostumbrar” a nada. Hacía (y hago)
lo que me sale del corazón y ya.
Otra cosa
que sentí muy fuerte fue un instinto de protección muy grande hacia Chiara (que
además siento hasta ahora, lo sentía hoy mismo), de tener que quererla mucho
porque como que era “la nueva”, la que todavía nadie quería (en contraste con
Giulia que todos conocían y querían). Eso lo sentí los primeros días mucho y me
regresa con frecuencia, sobre todo cuando la gente “se olvida” que Giulia
también se despertaba de noche, también lloraba, también era una bebe normal.
También sentí mucha pena por Giulia, por su tristeza, que a veces se le podía
ver en la cara. Giulia nunca rechazó a su hermana, siempre la quiso, desde el
primer día pero también desde el primer día –y hasta ahora- se notaba que me
extrañaba. Eso ha sido y sigue siendo duro. Ojalá pudiera partirme en dos para
darle la misma atención que le daba antes. Y si, ya se que no se acordará y que
todos los hermanos mayores hemos pasado por eso y aquí estamos muy bien y sin
traumas, lo se…pero también sé que para ella ha sido duro y que ha sufrido y
eso a mi me estruja el corazón.
Así llegó
Chiara, se tomó su tiempo pero una vez que decidió venir, no se hizo esperar.
Aunque se suponía
que este es el último post, publicaré un último que será “Cronología del Parto en
Imágenes” con la secuencia de los eventos del parto con las horas para que
quede la constancia de lo rápido que fue todo…Y no, no son fotos del parto, son
screenshots de todo lo que fue
pasando hasta que finalmente nació Chiara
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