miércoles, 18 de febrero de 2015

Recapitulando

Siempre pasa lo mismo, siempre hay un momento de para largo cada vez que escribo. Siempre hay un post en el que recapitulo o me pongo al día porque pasé mucho tiempo sin escribir. En este blog ha sido más frecuente aún y esta última para ha sido más larga que ninguna otra. Las razones, las de siempre más una más. Cansancio y luego Lima…y bueno, luego regreso de Lima y retorno a la realidad con compromisos asumidos con anterioridad que me han tenido ocupada. Han pasado muchas cosas y pensado y sentido otras tantas. Por eso he decidido recapitular hecho y sucesos aquí y compartir pensamientos y emociones en otro post.

Iría en orden cronológico que es como mi mente normalmente funciona pero creo que mejor empiezo por orden de importancia… porque ya quiero que quede constancia de su nombre –y porque me muero de ganas de escribirlo por primera vez como hice con Giulia: Se va a llamar Chiara, Chiara Monguzzi Ferradas. ¡Suena lindo y se ve lindo! Al menos para mí. No recuerdo con claridad si cuando le pusimos el nombre a Giulia, lo decía con tanta frecuencia en mi día a día pero Chiara lo digo siempre, quizás porque tengo a quién decírselo todo el tiempo: a la futura hermana mayor.

Cuando buscábamos nombre, yo tenía una idea bastante fija: tenía que haber una suerte de simetría entre Giulia y el nuevo nombre. Eso descartaba nombres muy largos. No se “PUEDE” (para mi es como que casi estaba prohibido en alguna parte) tener una hija con un nombre corto y otra con nombre largo o, peor aún, compuesto. Lo se, es una sonsera, no tiene fundamente lógico, pero para algunas (creo/espero pocas) cosas mi cerebro es muy parametrado, le encanta que las cosas sean simétricas, parejas. El otro requisito era que fuera un nombre que no se pudiera cortar. Quería que llamen a mi hija por su nombre tal cual es (como con Giulia). En esta última parte Alberto si estaba 100% de acuerdo, con lo del largo no era tan estricto. Mi primera opción siempre fue Chiara, pero igual hice una lista de posibilidades entre las que destacaban Flavia y Bianca. Alberto prefería Bianca así que por varias semanas el nombre estuvo entre esos dos. La verdad, como ambos me gustaban, iba a ser Alberto el encargado de tener la decisión final. Por un momento parecía que ganaba Bianca, de hecho, por semanas Chiara fue cariñosamente conocida como BiancaCita, en honor al pinche virus que nos atormentó por semanas.

Al final, quien tuvo la última palabra y decidió tu nombre fue su hermana. Conversando con mi mamá sobre los dos nombres (porque hubieron momentos en que yo empecé a preferir Bianca –creo que de tanto decirle BiancaCita- y Alberto empezó a preferir Chiara), ella me preguntó si le habíamos dicho a Giulia cuáles eran las dos opciones para ver cuál le gustaba más a ella. Me pareció una buena idea y ahí mismo, mientras tomaba desayuno, le pregunté qué nombre le gustaba más y respondió, sin pensarlo un segundo, “Cara”… y así, Alberto fue informado que por “demorón”, la decisión había sido tomada por él (pero él siguió diciendo que lo seguiría pensando y tres días después “él decidió” Chiara). J Como me dijo una querida amiga, era justo que le toque a Giulia la decisión, sus palabras textuales fueron que “uno debería tener el derecho de elegir el nombre de la hermana con la que se va a agarrar de los pelos por el resto de su vida”…. En verdad espero que no se agarren tanto de los pelos y que se quieran mucho, pero reconozco que tiene su punto.

Ahora sí, vayamos en orden cronológico, esperando que no se me pase nada. Para no perder la costumbre de los virus, en los primeros días de diciembre nos atacó otro. En realidad, le atacó a Giulia principalmente y, como era de esperarse, me contagié yo. Giulia tuvo una forma leve de “manos, pies y boca” y a los días, empecé a mostrar los síntomas. Felizmente, es un virus que a la altura del embarazo en la que estaba no implicaba ningún riesgo para Chiara… pero claro, ya con este nuevo episodio, la pobre pasó de ser Biancacita a Viruscita (ambas “chapas” cortesía de tu tía Deb)… ¡Que quede constancia que por virus no nos hemos quedado en este embarazo!

Luego del virus (y de estar encerradas largos días las tres para no ser un peligro público…aunque acá en Budapest todos los niños cercanos cayeron enfermos con lo mismo, así que no teníamos a quien más contagiar casi), ¡nos tocó ir a Lima! Gracias a Dios había sido una madre embarazada responsable y juiciosa los primeros cuatro meses, porque el “cariño” de Lima me hizo engordar todos (TODOS) los kilos que no había engordado antes y, como consecuencia, salió toda la panza que tampoco había salido antes (de hecho, nunca antes, porque definitivamente esa panza no me salió con Giulia, tengo a mis 26 semanas, la panza que tuve a las 35 semanas de Giulia). Tanto así fue de llamativa (e imprevista) la salida de la panza que hasta terminé yendo al doctor porque tenía dolores poco usuales en el lado derecho de la barriga: como sospechaba (pero no quería pecar de relajada y no ir a chequearme) eran mis pobres ligamentos que estaban haciendo un esfuerzo exagerado (y repentino) por mantener todo en su sitio.

En Lima la pasamos súper, celebramos el cumpleaños de Giulia, fuimos a la playa, pude lucir orgullosa mi panza en bikini (y no parecía una gordita más, se notaba que era redondez de embarazada), comí rico (ceviche y sushi incluido, para horror de las indicaciones médicas europeas), nos engrieron bastante, pude dormir un poco más de lo normal (no tanto como hubiera querido pero más por culpa mía que por falta de oportunidad).

Fue en Lima que sentí a Chiara por primera vez. Sinceramente no estoy segurísima de cuándo fue exactamente pero me atrevería a decir que fue como a la semana 19, casi como con Giulia. Es cierto que ahora sabía mejor qué esperar de los movimientos pero no me pareció que por eso la sintiera antes. Lo que si puedo decir con total y absoluta certeza es que desde que empezaron los manazos y volantines, no han parado y son MUCHO MAS frecuentes de lo que eran con Giulia. De hecho, cuando fui al médico en Lima, el doctor me dijo que era una niña que se movía muchísimo y que, aún sin test genéticos, él me podía afirmar que era una niña sana sólo por su nivel de actividad. ¡Ese comentario fue música para mis oídos! Lo que si me tiene un poco “preocupada” es si su nivel de actividad en la panza es un indicador del nivel de actividad que tendrá fuera de ella. ¡Esperemos que no tanto!

Ya de vuelta a Budapest tuvimos la ecografía genética que había quedado pendiente por el viaje a Lima. Todo parece estar en orden. Le dimos especial importancia a observar el corazón por si tenía el mismo “huequito” que tuvo el de Giulia al nacer (y que se cerró solo a los pocos meses). El examen de glucosa también salió normal. No me acordaba lo dulce y feo que es el preparado que te hacen tomar en ayunas.

Chiara. No muy fotogénica la pobre.


Por ahora Chiara está cabeza abajo, al menos la mayor parte del tiempo según lo que puedo deducir del tipo de patadas -o puñetes- que siento (y lo ha estado también todas las veces que la hemos visto con el ecógrafo). Aunque se que todavía tiene mucho espacio para darse vueltas, espero que, como Giulia, esa se mantenga como su posición favorita durante las 14 semanas que aún nos quedan (¡porque esperamos llegar a las 40!).


En general, no me puedo quejar de este embarazo. Para nada. Pero si tuviera que elegir una sola palabra para describirlo, la palabra sería “cansado”, mientras que para el de Giulia hubiera elegido “perfecto”. A mi 6 meses ya he tenido un día de paso lentísimo para caminar, cosa que con Giulia no me pasó sino hasta el mes 8 aproximadamente, y me siento más pesada. Aún así, no cambio mi panza por nada y, una vez más, todavía no quiero dar a luz…

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